Cristo te ama

Semana Santa

BASE BÍBLICA:
Marcos 15:37-39
37 Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró. 38 Y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. 39 Viendo el centurión que estaba frente a Él, la manera en que expiró, dijo: En verdad este hombre era Hijo de Dios.

INTRODUCCIÓN:
Semana Santa nos recuerda el sacrificio que hizo Jesús por nosotros en la cruz. En esta ocasión, estudiaremos sobre un acontecimiento que sucedió justo cuando Jesús murió. Dicho acontecimiento fue que el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. ¿Qué significado tiene eso para nuestras vidas?

I. El pecado puso una barrera entre Dios y los hombres.
El plan de Dios era que el hombre —su creación— viviera en su presencia eternamente. Sin embargo, al darnos libre albedrío, Adán y Eva decidieron desobedecer a Dios. Dicha desobediencia fue el pecado que puso enemistad entre Dios y los hombres, lo que provocó que Adán y Eva fueran expulsados del huerto del Edén (Génesis 3:23).

El pecado trajo la muerte espiritual a Adán y Eva y a toda su descendencia. El Dios Santo no podía convivir con el hombre pecador. Se había levantado una barrera entre Dios y los hombres.

II. Dios busca reconciliarse con el pueblo elegido.
Dios escoge a Israel como su pueblo para llevar a cabo su plan de reconciliación. Le dio varias promesas a Abraham, entre ellas, que tendría una gran descendencia, sería una gran nación, sería bendecido y de bendición para muchos, y poseería la tierra de Canaán. Ese pueblo se multiplicó y cayó en cautiverio en Egipto. Dios utilizó a Moisés para sacar a los judíos del cautiverio y, una vez en libertad, le entregó los 10 Mandamientos, así como una serie de leyes y ordenanzas. Les dijo el Señor: “«Ahora pues, si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi especial tesoro entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra; y vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa.» Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel” (Éxodo 19:5-6).

III. La presencia de Dios en el Tabernáculo
Una vez liberados de Egipto, el Señor habló a Moisés para decirle cómo quería que hicieran el Tabernáculo. El Tabernáculo era una tienda móvil donde se encontraba la presencia de Dios. Le pidió que el pueblo de Israel le trajera ofrendas sagradas, aceptando las contribuciones de todos los que tengan el corazón dispuesto a ofrendar. Y también le dijo: “Y que hagan un santuario para mí, para que yo habite entre ellos. Conforme a todo lo que te voy a mostrar, conforme al diseño del tabernáculo y al diseño de todo su mobiliario, así lo haréis” (Éxodo 25:8-9).

El Tabernáculo consistiría en tres secciones: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Dios le dio instrucciones a Moisés para colocar el Arca del Pacto en el Lugar Santísimo. Es ahí donde estaría la presencia de Dios. También Dios le dio instrucciones a Moisés sobre la colocación de un velo que separaría el Lugar Santo del Lugar Santísimo.

En Éxodo 26:31-33
podemos leer: “Harás además un velo de tela azul, púrpura y escarlata, y de lino fino torcido; será hecho con querubines, obra de hábil artífice. Y lo colgarás sobre cuatro columnas de acacia revestidas de oro; sus ganchos serán también de oro, sobre cuatro bases de plata. Colgarás el velo debajo de los broches, y pondrás allí, detrás del velo, el arca del testimonio; y el velo os servirá como división entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo”.

Según la tradición, el velo tenía un grosor de alrededor de 10 centímetros, tejido con setenta y dos trenzas retorcidas. Cada trenza constaba de veinticuatro hilos. Se estima que tenía veinte metros de largo y diez de ancho. Se decía que ni dos caballos estirando el velo podrían romperlo. Cuando se construyó el Templo en Jerusalén, se siguieron las mismas instrucciones dadas a Moisés para construir el Tabernáculo, y el Arca del Pacto pasó al Lugar Santísimo del Templo.

IV. Holocaustos para el perdón de los pecados
Los sacerdotes podían entrar continuamente al Lugar Santo. Pero solo el sumo sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo una vez al año, en el día de la Expiación (Yom Kippur), para limpiar los pecados del pueblo, por lo que tenía que pasar por el velo que separaba a estos lugares. “Así preparadas estas cosas, los sacerdotes entran continuamente al primer tabernáculo para oficiar en el culto; pero en el segundo, solo entra el sumo sacerdote una vez al año, no sin llevar sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia” (Hebreos 9:6-7).

Aun el propio sumo sacerdote tenía que ofrecer sacrificio por sus propios pecados para así purificarse él y su familia, y posteriormente ofrecer sacrificios por el pueblo.

V. Jesús, el Sumo Sacerdote, y su sacrificio perfecto.
Los sumos sacerdotes del pueblo judío eran hombres y, por lo tanto, pecadores, como los demás. Con la muerte de Jesucristo, Él se convirtió en nuestro Sumo Sacerdote, que pudo entrar al Tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo, el cual no fue hecho por manos de hombres. Como Sumo Sacerdote usó su propia sangre, no utilizó sangre de animales. Ese sacrificio perfecto le dio entrada al Lugar Santísimo una sola vez y para siempre, asegurando nuestra redención eterna (Hebreos 9:11-12).

Por el poder del Espíritu Santo, Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios como sacrificio perfecto por nuestros pecados. Por eso, Él es el Mediador de un nuevo pacto entre Dios y los hombres. Cristo murió para liberar a los que creen en Él del castigo del pecado. El derramamiento de la sangre de Cristo fue una expiación suficiente por los pecados para siempre. Así como el velo se rasgó, el cuerpo de Cristo también fue rasgado, partido y traspasado para darnos acceso al Lugar Santísimo (Hebreos 10:20; Juan 14:6).

VI. Jesús nos da acceso al Padre
El velo del Templo era el símbolo de la barrera que separaba a los hombres de la presencia de Dios. Cuando Cristo exhala el espíritu en su muerte, Dios, de manera sobrenatural rompió el velo, y nos mostró que con la muerte de su Hijo nos habíamos reconciliado nuevamente con Él. Cristo había abierto la posibilidad para que todos los que creen en Él como su Salvador puedan tener acceso a la presencia de Dios, sin requerir de intermediarios.

“Así que, amados hermanos, podemos entrar con valentía en el Lugar Santísimo del cielo por causa de la sangre de Jesús. Por su muerte, Jesús abrió un nuevo camino —un camino que da vida— a través de la cortina al Lugar Santísimo. Ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que gobierna la casa de Dios, entremos directamente a la presencia de Dios con corazón sincero y con plena confianza en él. Pues nuestra conciencia culpable ha sido rociada con la sangre de Cristo a fin de purificarnos, y nuestro cuerpo ha sido lavado con agua pura” (Hebreos 10:19-22 NTV).

CONCLUSIÓN
El velo en el Templo era un recordatorio constante de que el pecado mantiene a la humanidad apartada de la presencia de Dios. El hecho de que la ofrenda por el pecado fuera ofrecida anualmente, y otros innumerables sacrificios repetidos diariamente, tenía como propósito demostrar gráficamente que el pecado no podía verdadera y permanentemente ser expiado o borrado por meros sacrificios de animales.
La muerte de Cristo en la cruz quitó cualquier impedimento que pudiera separar a los hombres de Dios. La salvación es accesible para todos. Aceptemos ese regalo de salvación que Jesús nos regaló sin merecerlo. ¡El velo se ha quitado; tenemos acceso al Padre!

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
1. ¿Por qué el pecado puso enemistad entre Dios y los hombres? Isaías 59:1-2
2. ¿Qué condición puso Dios para que seamos su especial tesoro, un reino de sacerdotes y una nación santa?
3. ¿Por qué el pueblo solo podía llegar hasta el atrio y no podía entrar al Lugar Santo y al Lugar Santísimo?
4. ¿Por qué el Sumo Sacerdote tenía que realizar un sacrificio por él mismo?
5. Hoy en día, ¿requerimos hacer sacrificios para el perdón de nuestros pecados?
6. Para que Dios nos escuche, ¿requerimos que intervenga nuestro pastor o alguna otra persona?
7. El que se haya roto el velo del Templo, ¿qué impacto tiene en tu vida?

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