Cristo te ama

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ESTUDIO 13:
LIDIA: UN CORAZÓN DISPUESTO Y HOSPITALARIO

BASE BÍBLICA:
Hechos 16:14-15 14 Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía. 15 Cuando ella y su familia se bautizaron, nos rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos en ella. Y nos persuadió a ir.

INTRODUCCIÓN:
En los relatos del Nuevo Testamento, no solo tenemos la conversión de grandes grupos de personas en diferentes ciudades (Hechos 2:41), sino también de muchas de ellas individualmente, como es el caso de Lidia, pues es tal el valor de las almas, que al llegar a los pies de Cristo, aun sea una sola persona, es motivo de gran gozo en el cielo (Lucas 15:7). En cada caso de conversión del Nuevo Testamento, las circunstancias fueron diferentes, pero en todas hay un cambio triple en cada individuo: 1. El corazón es purificado por la fe (Hechos 15:8-9). 2. La conducta de la persona es cambiada por el arrepentimiento (Mateo 3:8). 3. El converso es nacido de nuevo (Juan 3:1-3) y entra en una vida nueva por el bautismo (Romanos 6:4). A Lidia se le recuerda por ser la primera persona que se convirtió al evangelio en Europa y la primera en responder públicamente al mensaje de Cristo durante el primer viaje misionero de Pablo a ese continente, quien había sido escogido como apóstol a los gentiles (Hechos 9:15). Pablo tenía planes de dirigirse a Asia Menor para seguir plantando iglesias acompañado por Silas, Timoteo y Lucas, pero fue llamado a través de una visión del Espíritu Santo para dejar su país con el fin de llevar el Evangelio a Europa (Hechos 16:9-12). Pablo fue obediente a la visión celestial y todos partieron enseguida. El inicio de esta encomienda fue de manera poco pretenciosa, a la orilla de un río, donde le compartieron a un grupo de mujeres que se habían reunido para orar y, aunque en la visión de Pablo era un varón macedonio el que lo llamaba, fue una mujer de Asia, una gentil, una activa adoradora del verdadero Dios que se encontraba por negocios en ese lugar, quien recibió el mensaje. Lidia fue la única convertida mencionada en la Escritura en este primer evento en Filipos. Esto nos recuerda que el Señor trabaja de maneras secretas y sorprendentes para llamar a alguien que tiene un corazón dispuesto y que reconoce su necesidad del Salvador. En una época en que los hombres gobernaban con mano dura y en que las mujeres tenían pocos derechos, ni siquiera sobre sus propios hijos, Lidia tenía éxito en el mundo de los negocios.
Es una mujer que se destaca por su conversión y la de su familia, a quienes los estudiosos ubican como el núcleo de la iglesia cristiana en Filipos. Todo esto sucedió no como casualidad, sino que Dios tenía un plan, ya que esta ciudad era un lugar estratégico para introducir el Evangelio en Europa.

Mujer de trabajo
La primera descripción de Lucas sobre Lidia es que era una “vendedora de púrpura”. Ella conocía bien su oficio, porque era nativa de Tiatira, en Asia Menor. Las mujeres de esa región eran conocidas por conseguir aquel tinte especial que permitía que destacasen los matices brillantes en los tejidos, que eran famosos para confeccionar la ropa de la realeza, así como para el templo de la diosa Diana. Lidia, siendo una mujer de negocios, se trasladó a Filipos, la ciudad más importante de Macedonia, donde encontró un buen mercado para sus caros productos, tal vez para las cortinas del templo o para las vestiduras de muchos sacerdotes de Jerusalén, así como para venderlos a los hombres ricos de aquellos lugares. Era una mujer de muy buena posición económica. El Señor tenía preparado para ella un encuentro que transformaría su existencia, y la de muchos, para siempre.

El mensaje que cambió su vida
Pablo buscaba el mejor lugar para iniciar su misión en Filipos. Esta ciudad era una colonia romana y había pocos judíos, ya que sabemos que no contaban con una sinagoga, lugar en el que generalmente Pablo compartía primeramente el mensaje sobre las profecías mesiánicas cumplidas, en la vida, muerte y resurrección de Jesús, así como el mensaje de salvación a través de Él, y luego lo mismo hacía con los gentiles (Romanos 1:16). Llegaron al lugar de mayor concentración de judíos, que fue junto al río, donde las mujeres se reunían para orar en el día de reposo. Ahí estaba Lidia, escuchando atenta el mensaje de los apóstoles. Ella era una adoradora del Dios verdadero que lo buscaba sinceramente; no necesitó ver grandes señales, le bastó con
escuchar las palabras de Pablo para rendir su corazón a Cristo, quien busca precisamente adoradores en espíritu y en verdad. “Y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía” (versículo 14). ¿Cómo podemos nosotros esperar que Dios escuche nuestras oraciones si no estamos atentos a su Palabra? Siempre que alguien deposita su confianza en Cristo, es Dios quien abre el corazón para que crea. Si Él mismo no nos llevara al Salvador, nunca llegaríamos a Él. Jesús fue muy claro cuando dijo: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió” (Juan 6:44). “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo ha concedido el Padre” (Juan 6:65). La conversión de Lidia es una ilustración de cómo Dios redime a las almas perdidas. Dondequiera que veamos un alma como la de ella, buscando sinceramente a Dios, es el Señor quien la está atrayendo a Él. No es que nosotros no tengamos nada que hacer, pero por nosotros mismos, sin la gracia de Dios, no lo podremos alcanzar. Ella dispuso su corazón, pero el Señor fue quien realmente lo abrió. La mano soberana de Dios se aprecia en cada aspecto del relato: primero las evidencias de que el Señor organizó las circunstancias del viaje de Pablo a Macedonia. Luego vemos cómo Lidia, con un corazón sincero, fue precisamente al lugar en el que el apóstol llegaría a compartir. Fue el Espíritu de Dios quien con su autoridad abrió su corazón, le dio oídos espirituales para oír y le dio ojos espirituales para ver el irresistible llamado de Cristo. Ella respondió al instante. Voluntariamente abrazó la verdad del Evangelio y se convirtió en una creyente al escuchar el mensaje. La fe de Lidia se hizo evidente de inmediato; según el relato de Lucas, ella fue bautizada junto con su familia (Hechos 16:15). Seguramente solo necesitaba un estímulo para dar el primer paso de obediencia a Cristo y no perdió tiempo, se bautizó allí mismo. Probablemente era viuda y su grupo familiar incluía a sus sirvientes o hijos ya crecidos. Pero quienes estuvieran ahí todos vinieron a la fe y se bautizaron junto con ella. ¡Apenas convertida y ya estaba llevando a otros a Cristo! El plan del Señor estaba en marcha gracias a la obediencia de los apóstoles y a la fe de Lidia.

Su corazón hospitalario
Después de hacer pública su conversión y la de su familia, Lidia les ofrece su casa: “Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa”. La sinceridad de su corazón la demuestra inmediatamente. Lidia tiene un corazón admirable; seguramente su hogar no era sencillo, ya que el número de huéspedes sería mayor a los cuatro misioneros. Incluso Lucas agrega: “Y nos persuadió a ir”. Aparentemente ellos se resistieron, pero era una mujer de determinación; quería la oportunidad de manifestar su gratitud a quienes habían sido el instrumento de Dios para su cambio. En Filipos el predicar el Evangelio era considerado un delito; fue allí donde días después Pablo y Silas recibieron azotes, los arrojaron en la cárcel y sus pies fueron puestos en un cepo. Finalmente, gracias a un terremoto, fueron liberados milagrosamente. Al salir, acudieron a la casa del carcelero para llevar las Buenas Nuevas, por lo que ese día él y su familia se convirtieron al cristianismo y fueron bautizados (Hechos 16:20-33). Lidia sabía lo que implicaba recibirlos, pero no le importó; corrió el riesgo de perder su negocio, tener la mala voluntad de la comunidad e incluso recibir sentencia de prisión por albergar extranjeros dándoles una base para evangelizar. Este maravilloso acto de hospitalidad abrió el camino para que la iglesia penetrara en Europa. Pablo y sus compañeros aceptaron su generosa oferta durante muchos días; así fue que la familia de Lidia se convirtió en el núcleo de la iglesia europea y su hogar un lugar de adoración y alabanza para muchos. Después de la conversión del carcelero, Lucas dice de Pablo y Silas: “Cuando salieron de la cárcel, fueron a casa de Lidia, y al ver a los hermanos, los consolaron y partieron” (Hechos 16:40). Gran consuelo debe haber sido para ellos verlos sanos y salvos, después de todo por lo que pasaron. Esta iglesia fue muy querida para el apóstol Pablo, como lo manifiesta en la epístola a los Filipenses 1:3, 4:15-16.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
• ¿Escuchas la palabra de Dios? (Lucas 11:28, Mateo 7:24)
• ¿Reconoces que la fe es un regalo de Dios? (Efesios 2:8)
• ¿Cómo está tu corazón? (Salmos 51:10)
• ¿Cómo respondes al llamado del Señor? (Mateo 22:14)
• ¿Eres hospitalario? (Hebreos13:2, 1 Pedro 4:9)

CONCLUSIÓN
Por el hecho de convertirse al cristianismo y abrir su casa a Pablo y a los demás misioneros, Lidia tuvo el privilegio de albergar los primeros cultos de la primera iglesia que se estableció en Europa y también el honor de tener su nombre registrado en un libro de la Biblia. Lidia ejemplifica el tipo de fe en acción que el Señor espera de nosotros. Su hospitalidad es tan notable como su fe. Gracias a este acto de generosidad, el Evangelio logró un sólido punto de apoyo en Filipos. Años después, Pablo escribió la epístola que dio a luz el nombre de esa iglesia, les alaba por su amor, les agradece por la generosa provisión que le enviaban y sobre todo por su fidelidad. A pesar de la oposición que tuvo el Evangelio, este se difundió en toda Europa y aun hoy sigue esparciéndose hasta lo último de la tierra, y todo gracias a una valiente mujer que un día entregó su vida a Cristo.

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