Cristo te ama

Estudio 9.- Saúl

BASE BÍBLICA:
1 Samuel 14:49
“Los hijos de Saúl fueron Jonatán, Isúi y Malquisúa. Y estos eran los nombres de sus dos hijas: el nombre de la mayor, Merab, y el nombre de la menor, Mical”.

INTRODUCCIÓN:
Saúl (en hebreo “pedido o prestado a Dios”) fue el primer rey de Israel. Era hijo de Cis, de la tribu de Benjamín (1 Samuel 8:5). Saúl procedía de una familia próspera. Era un hombre apuesto y más alto que los demás de su nación, a quienes sobrepasaba de hombros para arriba; poseía gran fuerza física y agilidad (1 Samuel 9:1, 2; 2 Samuel 1:23). Su esposa se llamaba Ahinoam; Saúl tuvo al menos siete hijos. El joven Saúl vivió durante un tiempo turbulento de la historia de Israel. La opresión filistea había reducido a la nación a la indefensión militar (1 Samuel 9:16; 13:19, 20), y los amonitas bajo el rey Nahás amenazaban con la agresión (1 Samuel 12:12).

La relación de Saúl y su hijo Jonatán recaía mucho en el aspecto militar y languidecía en lo íntimo y cercano. Tanto que en una ocasión quiso matar a Jonatán, ya que no había respetado su indicación de no comer durante una batalla. Jonatán no estaba y no la escuchó cuando la dio Saúl al pueblo, y comió un poco de miel (1 Samuel 14:27), por lo que de ninguna manera fue rebelde a su padre. Ahora bien, esta instrucción no se la dio el Señor a Saúl, sino que fue por su propia cuenta. Los mismos los soldados que obtuvieron la victoria gracias a la audacia de Jonatán fueron los que intervinieron para que no matara a su hijo (1 Samuel 14:43-46).

En otra ocasión, Saúl habló directamente a su hijo palabras bastante desagradables, involucrando a su propia madre en ello. “Se encendió la ira de Saúl contra Jonatán, y le dijo: ¡Hijo de perversa y rebelde! ¿Acaso no sé yo que prefieres al hijo de Isaí, para tu propia vergüenza y para vergüenza de la desnudez de tu madre” (1 Samuel 20:30), y después le arrojó una lanza para herirlo. “Pero Jonatán respondió a su padre Saúl, y le dijo: ¿Por qué ha de morir? ¿Qué ha hecho? Entonces Saúl le arrojó la lanza para matarlo; así Jonatán supo que su padre había decidido matar a David” (1 Samuel 20:32).

Sabemos que Saúl siempre padeció de celos ante David y se vio opacado por él (1 Samuel 18:8). La Palabra nos dice que los celos son destructivos y enloquecen: “Cruel es el furor e inundación la ira; pero ¿quién se mantendrá ante los celos?” (Proverbios 27:4).

Los padres debemos bendecir a nuestros hijos para su bienestar y confianza. Les deseamos lo mejor en su vida y por ello les alentamos con las promesas que el Señor tiene para ellos (Hebreos 11:21). Nunca les proferimos sentencias ni agredimos de una manera explosiva y meramente carnal.

Una mala relación con el Señor estropeó su rol de padre
Saúl parecía ser muy indulgente con sus propias faltas, como cuando falló al no esperar a Samuel para ofrecer un holocausto y se adelantó porque su ejército se estaba dispersando por temor al ataque de los filisteos (1 Samuel 13:8-14). En otra ocasión, al no matar todo el ganado ante los amalecitas y reservar los mejores, se justificó diciendo que era una ofrenda para el Señor ante Samuel (1 Samuel 15). Esto demuestra que tenía un corazón frio e impío, por lo cual el Señor lo quitó como Rey de Israel. Sin embargo, a pesar de ser condescendiente con sus propios errores, era severo con los de los demás, incluyendo a su hijo (Lucas 6:37).

Es lamentable ver el final de Saúl, que perdió la unción del Señor y era atormentado por un espíritu malo de parte de Él mismo (1 Samuel 16:14). David, el próximo rey, fue amado por Jonatán, el hijo de Saúl, y mostró misericordia por amor a este, ofreciéndole una nueva vida a Mefiboset (2 Samuel 9:1), el cual era hijo de Jonatán y nieto de Saúl (2 Samuel 9:6). David exhibió frutos de compasión y misericordia a pesar de que Saúl exhibió solo de cólera y odio contra él. Jonatán animó a David a fortalecerse en el Señor y no perder su confianza antes de que fuera rey y era perseguido por su padre para matarlo: “Y Jonatán, hijo de Saúl, se levantó y fue a donde estaba David en Hores, y le fortaleció en Dios” (1 Samuel 23:16).

El último peldaño al desastre espiritual de Saúl, fue después de que el Señor lo rechazó y Samuel ya había muerto; al ir a consultar a una adivina en su desesperación para saber si ganaría en una batalla (1 Samuel 28:6-8). Estaba prohibido por el Señor consultar a mediums y era penado con muerte (Levítico 20:27).

Lamentablemente, en su relación estrictamente militar tanto Saúl y Jonatán no prevalecieron ante los filisteos y perdieron la vida juntos en la batalla contra el enemigo (2 Samuel 1:4).

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
1. Como padre, ¿le das ejemplo de piedad a tus hijos o eres cruel con tu prójimo y ellos lo observan?
2. ¿Tienes una relación solamente de dictadura en tu hogar con tus hijos o sueles mostrarles la verdad en amor?
3. ¿Has consultado otras fuentes espirituales fuera del Señor por las cuales tengas que arrepentirte?
4. ¿Sueles, como padre, ser laxo con tus propias faltas y duro con las de tus hijos? ¿Has pedido perdón a tus hijos por tus ofensas?
5. La ira y los celos fueron los verdaderos enemigos que derrotaron a Saúl en su andar espiritual y no los humanos. Perder el dominio propio es trágico.

CONCLUSIÓN
Saúl tuvo un corazón que se fue desviando más y más del Señor hasta caer en la ruina espiritual. Fue obstinado y rechazó las indicaciones del profeta Samuel. Era sumamente rígido en todo lo que hacía a su manera. Lo lamentable es que su propio hijo, Jonatán, observó todo este proceso doloroso que lo condujo a buscar una verdadera amistad y comunión con alguien más, en este caso, David. Como padres, si no somos conscientes de nuestras propias faltas y pedimos perdón al Señor por ellas, llegaremos a endurecernos y afectar a nuestra familia, primeramente a nuestras esposas y luego a los hijos. Como padres, somos ejemplo de cómo andar delante de Dios en nuestro hogar. La relación que tengamos con el Señor y nuestra devoción a Él será la herencia más valiosa que dejemos a nuestros hijos.

PDLB-SAÚL 9

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