Cristo te ama

2.- Señor, enséñanos a orar

BASE BÍBLICA:
Lucas 11:1
1 “Y aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó también a sus discípulos…”.

INTRODUCCIÓN:
La oración fue fundamental en la vida de Jesús para el cumplimiento de su ministerio terrenal, y los discípulos fueron testigos de ello. La Biblia dice en Lucas 22:39-41: “Y saliendo se encaminó como de costumbre hacia el Monte de los Olivos”.
En griego, la palabra costumbre viene de la palabra ethos, que se traduce como hábito. Es decir, es algo que se repite regularmente. Jesús tenía costumbres, hábitos y disciplinas cotidianas. Tenía ethos. Jesús oraba cotidianamente, de manera que cada día era especial para Él; transformaba un lugar insignificante en uno lleno de bendiciones, y de ese modo convertía un día ordinario en uno extraordinario.

En la Escritura podemos encontrar muchos pasajes en los que Jesús habló de la oración. En el evangelio de Lucas se menciona cuando los discípulos le piden que los enseñe a orar. Jesús responde con el modelo de oración que conocemos como “El Padre Nuestro” en una versión breve:

“Y Él les dijo: Cuando oréis, decid: ‘Padre, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación” (Lucas 11:2-4).

El Padre Nuestro contiene en esencia todos los secretos de Jesús sobre la oración, y todas las claves de acceso al Padre. Es mucho más que una simple oración; es una cátedra acerca de la oración. El evangelio de Mateo también registra esta oración, en un contexto distinto; en ambas el fondo es el mismo, solo que Mateo la desarrolla de manera más profunda; es la que veremos más adelante. La oración judía se hacía en plural —el que pedía se identificaba con las necesidades de otros—, y tenía una estructura tripartita: empezaba con alabanza y adoración a Dios —la Sheváj—, a esto se le agregaba las peticiones del individuo —la Tefiláh—, y concluía con el ofrecimiento de gratitud —la acción de gracias, la Hódayah—.

El Padre Nuestro contiene estas tres partes (Mateo 6:9-13). Jesús dio ejemplo de que la oración es más importante que la comida. Marcos 1:35 dice que, horas antes del desayuno: “Levantándose muy de mañana, cuando todavía estaba oscuro, salió, y se fue a un lugar solitario, y allí oraba”.
La oración es más importante que reunir grandes multitudes: “Y su fama se difundía cada vez más, y grandes multitudes se congregaban para oírle y ser sanadas de sus enfermedades. Pero con frecuencia Él se retiraba a lugares solitarios y oraba” (Lucas 5:15- 16).

Las horas de comunión con el Padre celestial significan mucho más para nuestro Salvador que el sueño: “En esos días Él se fue al monte a orar, y pasó toda la noche en oración a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y escogió doce de ellos, a los que también dio el nombre de apóstoles” (Lucas 6:12-13).
Oró en sepelios, y los muertos resucitaron. Oró por cinco panes y dos peces, y una multitud fue alimentada. Hasta el mismo momento de su crucifixión y muerte, Él se entregó a la oración. Cuando oró: “No se cumpla mi voluntad, sino la tuya”, se abrió un camino para que los pecadores pudiéramos acceder a un Dios Santo. La oración es primordial en la vida de todo creyente, así como lo fue en la vida de Jesús.

Jesús enseña con parábolas sobre la oración
Lucas se refiere a las tres parábolas de Jesús sobre la oración y en estas nos presenta a Dios:

1. Como Amigo.
Lucas 11:5-8: “También les dijo: Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo…”. En esta parábola, al ser un simple relato de la vida cotidiana, nos enseña que Dios responde nuestras oraciones. Habla de un hombre que llega inesperadamente a una casa y el dueño no tiene qué servirle; sin embargo, sabe que puede ir a casa de su amigo y pedirle prestado un poco de comida, incluso si es tarde en la noche. Si no le ayuda, a pesar de que es su amigo, sabe que si persiste le ayudará al final.

Jesús presenta a Dios como el Amigo al que podemos acudir en cualquier momento y necesidad, el Amigo dispuesto a darnos lo que pidamos, no solo para nosotros, sino para otros.
Jesús también ilustra la importancia de la perseverancia en la oración. “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Lucas 11:9-10).
Los persistentes son aquellos amigos de Dios que piden, buscan y tocan; ellos son los que recibirán.

2. Como Padre.
Lucas 11:11-13: “O suponed que a uno de vosotros que es padre, y su hijo le pide pan…”.

Aqui encontramos otra parábola donde Jesús vuelve a presentar a Dios como Padre, aunque en el Antiguo Testamento ya se habían referido a Él de la misma manera (Isaías 63:16; Malaquías 2:10), esto no era lo común. Al aceptar a Jesús como Señor y Salvador, nos convertimos en coherederos, y ahora no solo Jesús puede llamarlo Padre, ¡sino que nosotros también!
Estas palabras se alejan de la norma judía en cuanto al trato con el nombre de Dios. Debe haber sido una gran sorpresa para los discípulos cuando Jesús revela que Dios es nuestro Padre, no como los terrenales, que aun siendo pecadores dan cosas buenas a sus hijos, sino que Él es nuestro Padre perfecto, santo y cariñoso, en quien podemos confiar.

3.Como Juez.
Lucas 18:1-8: “Y les refería Jesús una parábola para enseñarles que ellos debían orar en todo tiempo, y no desfallecer, diciendo: Había en cierta ciudad un juez…”.

La oración es el componente esencial de una vida con Dios. Es pedirle a Él lo que necesitamos persistentemente, confiando que Él lo va a proveer. Jesús está usando la regla de contrastes. Él hace la comparación entre lo peor del hombre, y lo mejor de Dios. Cuando clamamos a Dios, nuestro Juez justo, Él toma nuestro caso y nos hace justicia. Así que, cuando la viuda clama a Dios, ella va a recibir justicia porque es el Juez justo quien escucha y contesta las oraciones de sus hijos.

Además, tenemos como abogado a Cristo, quien interviene a favor de nosotros (1 Juan 2:1b). La parábola termina diciendo: “No obstante, cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8).

Jesús nos persuade “Tengan fe, oren y no desfallezcan, ¡no se desanimen!… ¡Yo volveré!”.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
1. ¿Por qué es importante la oración? (Filipenses 4:6-7)
2. ¿Cuál promesa nos da a los que oran de acuerdo a su voluntad? (1 Juan 5:14) (Mateo 7:7)
3. ¿Cuándo debemos orar? (1 Tesalonicenses 5:16-18)
4. ¿La oración tiene poder? (Santiago 5:17-18)
5. ¿Tienes el amor del Padre? (1 Juan 2:15)

CONCLUSIÓN
A través de la oración nos comunicamos con Dios, y a la vez es un canal por el cual fluye todo el bien que tiene para nosotros. La estableció para que obtengamos su ayuda y para que Él pueda moverse en nuestras vidas, familias, proyectos y planes. La oración mantiene viva nuestra relación con Dios, nos ayuda a estar alertas y a vivir cerca de Él; ahí recibimos sabiduría y dirección. Recuerda siempre que Dios es nuestro Amigo, Juez y Padre, y está tan cerca de nosotros: a la distancia de una oración.

EPN-ESTUDIO 2

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