EL TIEMPO ES DE DIOS
“Tus ojos vieron mi embrión, y en tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos” (Salmos 139:16).
Hallamos muchas citas en la Palabra de Dios que nos hablan del tiempo. Primeramente, nos dice que el Señor conoce el tiempo de nuestra vida, como indica la cita. Él sabe el periodo de nuestra existencia en la tierra desde mucho antes de que naciéramos, por lo que en la voluntad de Dios hay un propósito y un tiempo destinado de antemano para cada persona.
“Él da a todos vida y aliento y todas las cosas; y de uno hizo todas las naciones del mundo para que habitaran sobre toda la faz de la tierra, habiendo determinado sus tiempos señalados y los límites de su habitación” (Hechos 17:25-26).
No solamente Dios en su presciencia conoce el tiempo que le otorga a todo individuo, sino que también advierte la duración de ciudades, pueblos y naciones. Esto es sorprendente, ya que nos habla de su soberanía sobre todo habitante que ha vivido en el mundo.
NUESTRO TIEMPO EN LA TIERRA
“Los días de nuestra vida llegan a setenta años; y en caso de mayor vigor, a ochenta años” (Salmos 90:10).
Un rango de vida en la actualidad de un ser humano ronda en los 80-85 años. Algunas personas llegan a vivir más, incluso hasta los cien años. Sin embargo, la Biblia nos indica una consideración de 80 años con la suficiente energía en nuestro cuerpo. Aun así, desconocemos el tiempo que Dios nos ha dado, por lo que es relativo este concepto (Santiago 4:14).
TIEMPOS EN NUESTRA VIDA
“Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo: tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de derribar, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de lamentarse, y tiempo de bailar; tiempo de lanzar piedras, y tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de rechazar el abrazo; tiempo de buscar, y tiempo de dar por perdido; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de rasgar, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de odiar; tiempo de guerra, y tiempo de paz” (Eclesiastés 3:1-8).
En el libro de Eclesiastés encontramos un resumen de algunos momentos o tiempos en los que un ser humano suele generalmente consumir su vida. En cada enunciado hay un positivo y un negativo, por lo que nos hace meditar qué decisiones podemos tomar, sentimientos albergar y actitudes adoptar con la mayordomía de nuestro tiempo disponible.
REDIMIR EL TIEMPO
“Por tanto, tened cuidado cómo andáis; no como insensatos, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Así pues, no seáis necios, sino entended cuál es la voluntad del Señor” (Efesios 5:15- 17).
La palabra redimir viene del griego exagorazo: significa comprar, rescatar, aprovechar. La palabra tiempo viene del griego kairos: el tiempo de Dios, oportunidad o sazón. “Redimir nuestro tiempo” significa rescatar el tiempo perdido por medio de aprovechar las nuevas oportunidades que Dios nos da.
El pasaje bíblico nos hace considerar lo siguiente:
– La manera en cómo nos conducimos: “como andáis”.
– Una actitud ante el tiempo “insensato o sabio”.
– Ubicar la necedad frente al entendimiento o la “voluntad del Señor”.
“Andad sabiamente para con los de afuera, aprovechando bien el tiempo. Que vuestra conversación sea siempre con gracia, sazonada como con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada persona” (Colosenses 4:5-6).
Para Pablo, igual que para el apóstol Pedro (Véase 1 Pedro 4:3), aprovechar bien el tiempo es vivir en rectitud a través de la conducta cristiana, y no en inmoralidades, avaricia y desenfreno. En las cartas que envió el apóstol a las comunidades cristianas, siempre instaba a sus oyentes a hacer buen uso del tiempo en su hablar, así como con sus actitudes y conducta.
TIEMPO DE ORAR
“Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:16-18).
En la vida de un creyente la oración es medular. Si hay algo en lo que debemos invertir nuestro tiempo es orando al Señor. La oración es como la respiración al cuerpo. Es esencial que en nuestra mayordomía del tiempo nos presentemos a Dios todos los días para expresarle principalmente adoración, gratitud y pedirle que nos permita entender más su voluntad; en segundo lugar, para levantar toda petición, ruego y clamor.
TIEMPO DE PERDONAR
“Sed más bien amables unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, así como también Dios os perdonó en Cristo” (Efesios 4:32).
Una enseñanza, la cual Dios nos invitó a vivir a través de su Hijo Jesucristo, fue el perdonar. El perdón expresado en la cruz manifiesta que no hay ninguna deuda a saldar delante de Dios. El Señor, por amor, ha decidido soltar toda culpabilidad que teníamos delante de Él. Al no perdonar, malgastamos nuestro tiempo con rencor, resentimiento y amargura, además de que contristamos al Espíritu Santo.
TIEMPO DE RECORDAR
“Ha hecho sus maravillas para ser recordadas; clemente y compasivo es el Señor” (Salmos 111:4).
Llegan a ser incontables las veces que el Señor ha mostrado su amor y fidelidad en nuestra vida. El rey David, aun en momentos difíciles, siempre recordaba y hacía memoria de las obras que Dios había hecho en el pasado. Lo que él hacía era hacer vivo un tiempo anterior en el que había actuado Dios, para reducir a nada el tiempo de angustia actual que estaba viviendo (Salmos 71:19-21). El Señor seguiría siendo fiel en cada etapa de su vida.
TIEMPO DE ESPERAR
“Alma mía, espera en silencio solamente en Dios, pues de Él viene mi esperanza” (Salmos 62:5).
El Señor siempre ha deseado que estemos tranquilos en la espera de la respuesta a nuestros clamores y sus promesas. El pasaje de Lucas nos dice “no estéis preocupados” (Lucas 12:29).
La angustiosa perplejidad consume nuestro tiempo y lo desperdicia. El Señor no quiere que nuestro corazón esté perplejo, sino reposado en Él. Es fácil caer en esta trampa si nos soltamos de la mano del Señor. Recordemos que toda esperanza está en Dios (Romanos 15:13).
PARA REFLEXIÓN:
1. ¿Te impresiona que Dios conoce nuestra vida, aun antes de nuestra existencia, y tiene control de cada uno de nuestros días?
2. ¿Qué actitud hemos tomado como mayordomos ante el tiempo? ¿Hemos sido sabios o insensatos?
3. ¿Qué manifestaciones de piedad expresas con tu tiempo? ¿Oras regularmente a Dios, ayudas al necesitado, perdonas las ofensas?
4. El pasaje de Eclesiastés nos muestra una variedad de momentos de nuestra vida. ¿En qué invertimos más nuestro tiempo?
5. El tiempo no solo es razonablemente valioso, sino espiritualmente esencial para nuestro andar de fe en Cristo en pureza.
CONCLUSIÓN:
Consideremos que únicamente Dios es quien nos puede ayudar a invertir provechosamente nuestro tiempo en la tierra. Malgastar, derrochar y ser indiferentes a nuestra mayordomía del tiempo no corresponde a lo que el Señor quiere en sus planes para nosotros (Jeremías 29:11).
Nuestra estadía en este mundo puede ser larga tanto como ochenta años o un poco más, pero también puede ser efímera como un vapor que se esfuma, ya que el tiempo que se nos ha dado no es nuestro, sino de Dios, quien nos ha creado. Al ser buenos administradores del tiempo, correspondemos en gratitud a Dios ante el don de la vida, andamos en santidad, y en toda oportunidad le expresamos gloria.
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