Cristo te ama

14.- Tuyo es el Reino, el Poder y la Gloria (2/2)

BASE BÍBLICA:
Mateo 6:13
13 “… Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén”.

INTRODUCCIÓN:
El Padre Nuestro nos enseña que nuestras oraciones deben incluir agradecimiento, alabanza y adoración a nuestro Dios. Deja por sentado que ya sabemos de quién es el reino y el poder, y quién es el Único que merece toda gloria. Si creemos que Dios es omnipotente, omnisciente y omnipresente, debe haber dentro de nuestro espíritu una profunda reverencia hacia Él, y el conocimiento de su gran majestad debe ser el motivo que nos lleva a humillarnos para alabarlo y glorificarlo: “Tributad al Señor la gloria debida a su nombre; adorad al Señor en la majestad de la santidad” (Salmos 29:2).

Para siempre jamás
Otra versión dice: “… por todos los siglos” (Versión Reina Valera). Uno de los atributos de nuestro Dios es que es eterno; nunca ha tenido un comienzo, pues Él ha existido siempre (Salmos 102:12). Antes de fundar el mundo, de crear el espacio, la naturaleza, el tiempo y al hombre, Él ya era: “… Tú has sido un refugio para nosotros de generación en generación. Antes que los montes fueran engendrados, y nacieran la tierra y el mundo, desde la eternidad y hasta la eternidad, tú eres Dios” (Salmos 90:1-2).
Así como nuestro Dios, su amor, su favor, su gracia y su misericordia son para siempre. Por lo mismo, para Él son eternas la alabanza y adoración (Romanos 1:20).

Alabar y adorar a Dios es la actividad más elevada e importante que podemos realizar. Fuimos creados para eso. “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo… según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí, mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros en el Amado” (Efesios 1:3-6).

Cuando el hombre pecó en el huerto del Edén, rompió su relación con Dios y Él envió a su propio Hijo con el fin de redimirnos para que pudiéramos ser verdaderos adoradores: en espíritu y en verdad. Un adorador es una persona que tiene una relación personal con Dios, al que ama profundamente. Tenemos el ejemplo en el Salmo 18, donde el rey David le manifiesta su amor: “… Yo te amo, Señor, fortaleza mía. El Señor es mi roca, mi baluarte y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el cuerno de mi salvación, mi altura inexpugnable. Invoco al Señor, que es digno de ser alabado…” (Salmos 18:1-3). Primero le expresa su amor, y le invoca porque reconoce que es digno de ser alabado.

Tan importante es la alabanza y adoración que serán nuestra actividad principal durante toda la eternidad. Lo vemos con frecuencia en el libro de Apocalipsis, donde todos los seres celestiales adoran a Dios constantemente (Apocalipsis 19:5-7).

Amén
Este vocablo procede del hebreo (amén), y significa “verdaderamente”, “así sea”, “así es” o “en verdad”. La raíz de esta palabra indica firmeza y seguridad. Posteriormente, derivó al griego y de ahí al latín “amen”. Su origen se remonta al judaísmo, y después su uso se extendió a otras religiones, como el cristianismo y el islam. Ha sido adoptada por todos los idiomas de la cristiandad. Y se utiliza de una forma generalizada para concluir oraciones.

Cuando una persona quería darle una especial fuerza a su mensaje, comenzaba o concluía con la palabra amén. La expresión que nosotros traducimos “en verdad, en verdad” o “de cierto, de cierto” es la palabra amén. El Señor Jesucristo utiliza el término frecuentemente para darle el peso de su autoridad (Juan 5:24). El rey David lo usó para terminar algunos de sus Salmos: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel, desde la eternidad hasta la eternidad. Amén y amén” (Salmos 41:13). También en la iglesia primitiva era una costumbre que la congregación dijera “Amén” (1 Corintios 14:16).

Otro uso es “Así sea, que así sea”, y se practicaba como consentimiento de la congregación a la oración recién formulada. Un poderoso significado de la palabra amén usado en las Escrituras es para referirse a Jesús, el Cordero de Dios, que cuando fue inmolado para nuestra salvación, cumplió el Antiguo Pacto y Él mismo fue la confirmación del Nuevo Pacto. Jesús fue el Amén de Dios para su propósito eterno. Y cuando descendió del cielo, Él fue el Amén para el cumplimiento de las profecías. Como lo explica el apóstol Pablo: “Todas las promesas que ha hecho Dios son sí en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos ‘Amén’ para la gloria de Dios” (2 Corintios 1:20, Nueva Versión Internacional).
Cuando decimos “Amén” (¡Así es!) en nuestras oraciones, le damos gloria a Dios, porque damos testimonio de que Él es fiel y en Jesús son cumplidas las promesas.

Resumen
El Padre Nuestro es la oración que nos enseña a orar. A través de ella, Jesús nos da una guía de los pasos que debemos incluir para dirigirnos a Dios: Al decirle “Padre Nuestro” le agradecemos que en Cristo somos perdonados y convertidos en sus hijos, con todos los privilegios y responsabilidades, junto con todos aquellos que también lo han aceptado como Señor y Salvador. “Santificado sea tu nombre”: su nombre es santo y debemos santificarlo nosotros, usarlo para alabanza y adoración.
Venga tu reino”: reconocer que Él es el Rey y debemos pedirle que su reino, su gobierno, sea establecido en nuestra vida, en nuestra familia y en toda la tierra.
Hágase tu voluntad”: nos recuerda que debemos tomar tiempo para escucharlo, para saber cuál es su voluntad en nuestra vida y que todo lo que pidamos que sea de acuerdo a su deseo, sea hecho.
Danos hoy el pan nuestro de cada día”: podemos venir delante del Padre para pedir por nuestras necesidades diarias, alimento, vestido, provisión, etc.; que tengamos cada día completa dependencia de Él en todo.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”: así como fuimos perdonados y hechos nuevas criaturas, por nuestro Dios misericordioso debemos perdonar a otros, restaurar nuestras relaciones y dar testimonio de su amor.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”: buscamos ayuda en el Padre, para que a través de su Espíritu Santo nos libre, tanto de pecar, como del mal y el maligno en nuestra vida cotidiana.
Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás”: por quién es y por lo que ha hecho en nosotros, Él es digno de toda la alabanza y adoración por la eternidad.
Al terminar diciendo “Amén”, estamos dando nuestra aceptación a la oración recién formulada.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. Los discípulos le piden a Jesús que les enseñe cómo orar; veían que Él lo hacía en todo tiempo y lugar. ¿La oración es una prioridad en tu vida?
2. El Padre Nuestro nos muestra que la oración que agrada a Dios es sencilla y sincera, que sale de lo profundo del corazón. ¿Cómo es tu oración a Dios? ¿Es una rutina? ¿O es un tiempo especial de comunión con Él?
3. Uno de los grandes regalos que Jesucristo nos dejó es esta posibilidad de presentarnos ante Dios como hijos, lo que nos da acceso para acercarnos con toda confianza en cualquier momento y hablar directamente con Él, sin necesidad de intermediarios. Nuestro Padre amado siempre nos espera y nos escucha. ¿Reconoces este privilegio?
4. Al orar debemos reconocer el poder, la grandeza de Dios y la necesidad que tenemos de Él, de que intervenga en nuestras vidas en cada momento. ¿Lo haces? ¿O solo haces una lista de peticiones?
5. Jesús es el Amén de las promesas de Dios ¿Has confesado a Jesucristo como el Sí y el Amén de tu vida?

ORACIÓN:
Cada uno haremos una oración conforme al modelo que Jesús nos enseñó: Padre nuestro…

EPN-ESTUDIO 14

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