Cristo te ama

12.- Líbranos del mal

BASE BÍBLICA:
Mateo 6:13
13 “… mas líbranos del mal”.

INTRODUCCIÓN:
Estas últimas peticiones en el Padre Nuestro: “No nos metas en tentación, mas líbranos del mal…” están ligadas entre sí (por la conjunción “mas”). Cuando aceptamos a Jesús como Señor y Salvador, nos convertimos en hijos de Dios, redimidos del pecado; pero nuestra naturaleza es débil y todos los días enfrentamos inevitables tentaciones de la carne, del mundo y de Satanás. Jesús nos enseña a no confiarnos de nuestras propias fuerzas y a buscar ayuda en el Padre para que, a través de su Espíritu Santo, nos libre de pecar en nuestra vida cotidiana (Hechos 2:38).

En la segunda “…líbranos del mal”, o como dicen algunas versiones “…líbranos del maligno”, le pedimos “líbranos de la adversidad, de la desgracia, del daño fatal”, o “líbranos del malo”, del diablo, el enemigo de Dios y de la humanidad: Satanás. Pedimos que Dios nos cuide de caer en las tentaciones y además que nos guarde del mal y del maligno (2 Timoteo 4:18).
Al declarar “líbranos del mal”, lleva implícito a su originador, Satanás, y si pedimos “líbranos del maligno”, incluye todo el mal que él ha traído al mundo (1 Pedro 5:8).
Ambas traducciones son correctas y se pueden encontrar en los escritos más antiguos.

¿De qué mal nos libra Dios?
La palabra librar en griego —jrúomai— significa sacar, rescatar, libertar, librar o proteger a alguien de algo o alguien. Y la palabra mal —ponerós— se refiere a dañino, malo, mal en efecto o influencia, degeneración de la virtud original.
Con la caída del hombre en el huerto del Edén, el pecado, el mal y la muerte entraron al mundo. Cuando pedimos “líbranos del mal” le estamos diciendo: líbranos de enfermedades, plagas, personas que quieren dañarnos, de contiendas, de calumnias, etc.
Hay males que recibimos como resultado de nuestros actos, hay otros que nos llegan como consecuencia de un mundo caído, y hay males que proceden del diablo, pero nuestro Dios es todopoderoso para ayudarnos, para rescatarnos y libertarnos de todos ellos (Éxodo 15:26).

Nuestra carne está continuamente en conflicto con el Espíritu (Gálatas 5:1) y no lograremos vencer la tentación y el mal con nuestras propias fuerzas; necesitamos al Espíritu Santo en nuestra vida para conseguirlo.

Líbranos del maligno
… y que todo el mundo yace bajo el poder del maligno” (1 Juan 5:19b). La Escritura es muy clara; hay un enemigo, el adversario de Dios y de nosotros: Satanás. No es una leyenda o ser mitológico; es un ser real que busca destruir, corromper todo a su paso, y quiere llevarse con él a todo el que pueda antes de ser enviado a su lugar de eterna condenación (Juan 10:10a).

“¡Cómo has caído del cielo, oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por  tierra, tú que debilitabas a las naciones. Pero tú dijiste en tu corazón: Subiré al cielo, por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, y me sentaré en el monte de la asamblea, en el extremo norte. Subiré sobre las alturas de las nubes, me haré semejante al Altísimo. Sin embargo, has sido derribado al Seol, a lo más remoto del abismo” (Isaías 14:12-15).

Si no reconocemos que el diablo existe, que quiere ser nuestro dios, tampoco reconoceremos el mal que provoca, y que reina en el mundo, el cual, si no lo vencemos, nos llevará a la muerte eterna. No debemos sobrevalorarlo viviendo en temor (1 Juan 4:3-4), pero sí teniendo cuidado, porque es un enemigo poderoso y astuto, con el que no podemos contender en nuestras propias fuerzas; debemos tener un espíritu sobrio, estar en vela y buscar a Dios. “Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales” (Efesios 6:10-12).

Tampoco podemos vivir tan confiados de que a nosotros no nos alcanzará y de que no caeremos en sus maquinaciones: “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga” (1 Corintios 10:12).
El maligno tiene muchas maneras de engañarnos: “Y no es de extrañar, pues aun Satanás se disfraza como ángel de luz” (2 Corintios 11:14). “… Él fue un homicida desde el principio, y no se ha mantenido en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, habla de su propia naturaleza, porque es mentiroso y el padre de la mentira” (Juan 8:44).
Si no conocemos la Palabra, podemos creerle, como Eva y Adán.

Todo creyente corre el riesgo de caer; la responsabilidad que tenemos es que cuando un cristiano cae, no solo él mismo pierde, sino que el nombre del Señor y su Evangelio es vituperado. Satanás anda atrás de los indefensos y de los que confían en sus propios medios: “Y por su astucia hará que el engaño prospere por su influencia; él se engrandecerá en su corazón, y destruirá a muchos que están confiados. Aun se levantará contra el Príncipe de los príncipes, pero será destruido sin intervención humana” (Daniel 8:25).

¿Qué hacer para librarnos del mal y del maligno?
Debemos buscar al Señor a través de su Palabra, de la oración y el ayuno (Mateo 17:21).
El mal y el maligno son muy poderosos; el mismo apóstol Pablo nos exhorta a fortalecernos en el Señor y en el poder de su fuerza. Él sabía que nos enfrentaríamos a una guerra espiritual y debemos estar preparados. Efesios 6:10-13 dice: “Por lo demás, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza. Revestíos con toda la armadura de Dios para que podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes”.
La armadura que debemos ponernos está descrita en Efesios 6:14-17: “Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad, revestidos con la coraza de la justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz; en todo, tomando el escudo de la fe con el que podréis apagar todos los dardos encendidos del maligno. Tomad también el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios”.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. ¿Con qué podemos vencer el mal? (Romanos 12:21)
2. ¿Qué hacer para quitar el mal dentro de nosotros? (1 Juan 1:9)
3. ¿A quién debemos temer? (Salmos 111:10)
4. ¿A quién debemos escuchar? (Proverbios 3:7-8)
5. ¿Vives confiado en tus fuerzas o en el poder del Señor?

CONCLUSIÓN:
Hemos sido librados de la pena del pecado por el sacrificio expiatorio de Jesucristo. Fuimos perdonados de nuestros pecados y tenemos la seguridad de que nuestra deuda ha sido pagada en su totalidad, pero nunca habrá un momento en nuestro camino en esta tierra en que no necesitaremos depender del Espíritu Santo. Lo que nos toca a nosotros es actuar con fe, buscar a Dios y su Palabra, dejarnos guiar por Él; es Él quien nos libra del poder del pecado en nuestra vida (Romanos 1:17).
Vivamos al abrigo del Altísimo para morar bajo la sombra del Omnipotente; Él nos protegerá del mal para siempre.

ORACIÓN:
Te damos gracias, Señor, porque bajo tu abrigo y amparo estamos seguros. Gracias porque Tú eres quien pelea nuestras batallas y nos libras del mal, del enemigo, de calamidades, de enfermedades, de todo lo que puede dañarnos. Te pedimos, Señor, que nos limpies y nos guíes a Ti. Tú eres nuestra roca, escudo y defensor; te entregamos el control de nuestras vidas y confiamos en tu poder, en el nombre de Jesús, amén.

 

EPN-ESTUDIO 12

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