BASE BÍBLICA:
1 Samuel 1:3; 2:12-13a
“Y los dos hijos de Elí, Ofni y Finees, eran sacerdotes del Señor allí. […] eran hombres indignos; no conocían al Señor ni la costumbre de los sacerdotes con el pueblo”.
INTRODUCCIÓN:
Elí, que significa “alto”, “elevado”, “ascendido”, fue juez y sumo sacerdote en el tabernáculo en Silo, donde sirvió por aproximadamente 40 años para el Señor Dios. Tanto Elí como sus dos hijos tenían la encomienda de atender el tabernáculo con todo lo que conllevaba en sacrificios y ofrendas del pueblo. Elí fue el sumo sacerdote que oyó a Ana en su clamor por un hijo y también a quien se le entregó para dedicarlo a Dios (1 Samuel 1:26-28).
Desobediencia de Ofni y Finees
Por otro lado, los hijos de Elí, Ofni y Finees, a pesar de que tenían el privilegio de estar sirviendo en el tabernáculo, no temían a Dios y hacían cosas indignas (1 Samuel 2:12-13).
Dios había ordenado, en cuanto a los sacrificios del pueblo presentados a los sacerdotes por sus pecados, que la grasa o grosura no debía comerse, sino quemarse como incienso y olor grato para Él. “Y el sacerdote los quemará sobre el altar como alimento; es ofrenda encendida como aroma agradable. Toda la grasa es del Señor” (Levítico 3:16). “Y el sacerdote rociará la sangre sobre el altar del Señor a la puerta de la tienda de reunión, y quemará la grasa como aroma agradable al Señor” (Levítico 17:6). Esta grasa simbolizaba reconciliación por el pecado de la persona que traía el animal ante Dios. Había fuertes advertencias de consumir la grasa que era para el Señor. “Porque cualquiera que coma grasa del animal del cual se ofrece una ofrenda encendida al Señor, la persona que coma será cortada de entre su pueblo” (Levítico 7:25).
Los hijos de Elí no lo hacían así, sino que mandaban a un sirviente suyo para que retirara la porción de carne para ellos, incluso antes que empezara a quemarse, y la sacaba con un gran tenedor para que ellos la asaran por su propia cuenta (1 Samuel 2:15-16). De esta manera, despreciaban las ofrendas del pueblo para el Señor. “El pecado de los jóvenes era muy grande delante del Señor, porque los hombres menospreciaban la ofrenda del Señor” (versículo 17). Esto era una gran maldad delante de Dios, lo cual no reprendía su padre Elí.
Elí, aun siendo autoridad delante del Señor por ser el sumo sacerdote, se vuelve muy laxo y débil como padre en cuanto a reprender con firmeza a sus hijos. No solamente despreciaban las ofrendas al Señor, sino que se acostaban con las mujeres que atendían oficios para el Señor: “Elí era ya muy anciano; oyó todo lo que sus hijos estaban haciendo a todo Israel, y cómo se acostaban con las mujeres que servían a la entrada de la tienda de reunión” (1 Samuel 2:22). Como su padre, intentó hacerlos recapacitar en un momento, pero sin ningún éxito, ya que sus corazones se habían endurecido contra el Señor (versículos 23-26).
La exhortación de un hombre de Dios
Llegó un momento en que fue tanta la indecisión de tomar con más seriedad la rebeldía de sus hijos, que tuvo que venir un hombre con una palabra del Señor para Elí (1 Samuel 2:27-36). Fue confrontado directamente, haciéndole resaltar que había deshonrado su Nombre al permitir la conducta de sus hijos en la propia Casa de Dios, con lo cual se dio por terminado su servicio sacerdotal para sus futuras generaciones (1 Reyes 2:27).
Cuando pudiste hacer más como padre
Después de ello, Samuel, el hijo de Elcana y Ana, que fue dedicado al servicio del Señor en el tabernáculo, tuvo una visión del fin de Elí (1 Samuel 3:1114, 17-18), enfatizando el porqué de su veredicto: “Porque le he hecho saber que estoy a punto de juzgar su casa para siempre a causa de la iniquidad que él conocía, pues sus hijos trajeron sobre sí una maldición, y él no los reprendió” (1 Samuel 3:13).
Los hijos de Elí, así como él mismo, mueren al haber tomado los filisteos el arca de Dios en una guerra en la que no prevalecieron. Sus hijos en la matanza (1 Samuel 4:4), y Elí al saber la noticia de que habían fallecido sus hijos y el arca había sido tomada por el enemigo (1 Samuel 4:12-20).
La rebeldía de ellos y la falta de autoridad de Elí como padre alcanzó hasta la triste tragedia de la muerte de la esposa de Finees, su nuera, que a causa de la noticia de la muerte de su esposo y de su suegro sufrió dolores de parto y perdió la vida sin albergar esperanza en sus ojos (1 Samuel 4: 19-20).
La rebeldía de los hijos siempre ha sido penada por el Señor en su Palabra (Deuteronomio 21:18-21), incluso con grandes consecuencias. “Al ojo que se mofa del padre, y escarnece a la madre, lo sacarán los cuervos del valle, y lo comerán los aguiluchos” (Proverbios 30:17). De hecho, en un pueblo pagano, como los romanos, que no tienen temor de Dios, cuando un hijo cometía parricidio era una gran falta y deshonor a su padre, por lo que se le condenaba a ser puesto en un saco con animales vivos y arrojado al mar (Poena cullei). En la época del emperador Adriano (siglo II), se documentó la forma más conocida de castigo, en la que se insertaba un gallo, un perro, un mono y una víbora en el saco.
Ministerio y paternidad
No debemos pensar que servir al Señor tuvo algo que ver en la falta de responsabilidad de Elí como padre. El ministerio nunca ha interferido con el rol de padre que nos da el Señor. Tal vez en su confiado grado de autoridad, Elí no tomó cartas en el asunto cuando observaba la conducta de sus hijos a temprana edad (Proverbios 19:18, 29:17). Sin embargo, llegó el momento de cosechar lo sembrado. Rindiéndose ante la dureza de sus hijos para volver al buen camino cuando Samuel le dijo la visión sobre él, Elí contesto: “Elí dijo: El Señor es; que haga lo que bien le parezca” (1 Samuel 3:18).
PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
1. ¿Instruyes a tus hijos en la Palabra del Señor para que les vaya bien al ser adultos?
2. ¿Tratas de negociar con tus hijos su mala conducta o los reprendes con sus debidas sanciones?
3. ¿Te han advertido personas sobre corregir a tus hijos, como Samuel hizo con Elí?
4. ¿Qué cambios estás dispuesto a hacer como padre para el bienestar de tus hijos?
5. ¿Tienes un buen equilibrio entre tu familia y ministerio al Señor?
CONCLUSIÓN
Los padres son los agentes dados por Dios para la crianza, guía y reprensión de los hijos. El Señor delega autoridad en ellos para ejercerla con sabiduría y firmeza. Nunca dudemos en advertir o reprender a nuestros hijos por medio de la Palabra del Señor, ya que estamos siendo respaldados por Él mismo.
PDLB-ELÍ 8-PDF
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