Cristo te ama

9.- El Diezmo

“He aquí, al Señor tu Dios pertenecen los cielos y los cielos de los cielos, la tierra y todo lo que en ella hay” (Deuteronomio 10:14).

EL PRINCIPIO DE LO PRIMERO
Dios es el dueño de todas las cosas. Él nos ha dado todo cuanto tenemos: vida, salud, familia, bienes, capacidades intelectuales y todo cuanto podemos recordar e imaginar. Él es Creador soberano y absoluto y nos ha puesto en esta tierra para que podamos adorarlo, amarlo y conocerlo por medio de Cristo Jesús. Él existe independientemente de nosotros.
Entonces, si Él permanece para siempre, si Él es el Todopoderoso y quiere nuestra alabanza y adoración, las preguntas que algunas veces las personas llegamos a hacernos son: ¿Por qué debo dar el diezmo? ¿Por qué debo dar ofrendas? ¿Qué propósito hay en ello?

EL DIEZMO Y LAS PRIMICIAS
El diezmo es el primer diez por ciento de nuestro ingreso bruto y esto pertenece al Señor, recordando que “Toda dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación” (Santiago 1:17).
El diezmo se menciona en la Biblia desde Abram, antes de que la ley fuera dada por Moisés (Génesis 14:18-20). Abram, al derrotar a su enemigo en la batalla, reúne el botín por su victoria. “ … Y le dio Abram el diezmo de todo” (Génesis 14:20b). Su diezmo fue entregado al rey Melquisedec, quien era sacerdote del Dios Altísimo.

El diezmo no solo representa la parte económica de los ingresos de una persona, sino también las primicias de todo lo que recibimos de Él. Cristo elogió a aquellos que fielmente diezmaban de su cosecha, y al mismo tiempo enfatizaba que nuestro diario actuar debía de ser en justicia y amor (Lucas 11:42). Por lo tanto, entregarle a Dios las primicias (lo primero y lo mejor de todo lo que recibimos, según Génesis 4:3-4 NTV) de nuestro tiempo, bienes y nuestras acciones alineadas a su Palabra, es lo mejor que podemos brindarle al Rey de reyes y Señor de señores.
“Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todos tus frutos; entonces tus graneros se llenarán con abundancia y tus lagares rebosarán de mosto” (Proverbios 3:9-10).

LAS OFRENDAS
Además del diezmo, la Escritura habla de las ofrendas, mismas que son destinadas para necesidades especiales. La ofrenda no tiene carácter obligatorio, y tampoco es una cantidad fija, sino más bien depende de la persona que ofrenda, según como propuso en su corazón.

En el Nuevo Testamento, los diezmos y ofrendas se combinan en la instrucción de dar conforme el Señor nos haya prosperado.

“Pero esto digo: El que siembra escasamente, escasamente también segará; y el que siembra abundantemente, abundantemente también segará. Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre. Y Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra” (2 Corintios 9:6-8).

PROPÓSITO DEL DIEZMO
“Traigan todos los diezmos al depósito del templo, para que haya suficiente comida en mi casa. Si lo hacen —dice el Señor de los Ejércitos Celestiales— les abriré las ventanas de los cielos. ¡Derramaré una bendición tan grande que no tendrán suficiente espacio para guardarla! ¡Inténtenlo! ¡Pónganme a prueba!” (Malaquías 3:10-11 NTV).

El diezmo es para el sostenimiento de la iglesia local. Dios ha diseñado a la iglesia para realizar funciones sociales vitales entre los cristianos, y llevar el Evangelio a los inconversos.
Estas funciones incluyen el cuidado de las viudas, la distribución para las necesidades de los santos, el ministerio a los enfermos y dar a los pobres, entre otras cosas.
Si la iglesia no cumple con estas funciones, y otros las asumen, la iglesia perderá su eficacia, y llegará a ser despreciada por el mundo (Mateo 5:13-16).

El propósito fundamental del diezmo es aprender el temor del Señor. Dios ha prometido dar sabiduría y bendición a los que le temen (Deuteronomio 14:22-23).

DECIDIR DIEZMAR
El conocimiento de la Palabra de Dios trae luz a todas las áreas de nuestra vida llevándolas a Él, al mismo tiempo que el poder restaurador del Señor comienza a obrar en nosotros a través de su Espíritu Santo.

El decidir diezmar significa confiar y hacer viva su Palabra en nosotros, siendo lo primero que dispongamos cada vez que recibamos nuestra provisión, para posteriormente poder continuar con la distribución y orden del resto de los gastos.

Debemos ser dadores alegres cuidando la intención del dar, ya que no debemos dar con la esperanza de recompensa económica, aun cuando Dios frecuentemente la dará. Nuestra motivación debe ser, extender el reino de Dios, suplir para las necesidades, hacer tesoros en el cielo y crecer en la fe personal.

Aun cuando se contraen deudas, es importante seguir separando la cantidad correspondiente al diezmo, como una manifestación de fe en el Señor de que Él mostrará su poder para el camino hacia la pronta libertad financiera. Una manera de lograr esto es tratando de pactar con los acreedores acuerdos donde sea posible finiquitar en menor tiempo los compromisos de deuda.

PARA REFLEXIÓN:
1. Cuando damos un paso de fe y obediencia para ser un buen mayordomo de lo que Dios nos ha confiado, Él derrama de sus bendiciones sobre nosotros. ¿Has dado ese paso? ¿Eres un dador alegre?
2. Si antes no sabías que lo primero es para el Señor, ahora que tú lo sabes, ¿cuál es el compromiso que quisieras hacer?
3. Es importante recordar que el diezmo, ha de ser entregado tan pronto como recibamos nuestra provisión o nuestro ingreso en señal de darle las primicias de lo que recibimos de su mano. ¿Qué lugar ocupa el Señor en tu vida y en tus finanzas?
4. El diezmo y las ofrendas deben de estar acompañados de una vida congruente a los ojos de Dios. ¿Crees que es suficiente diezmar sin justicia y amor a los demás?
5. ¿Incrementará Dios nuestro galardón económico, si nosotros incrementamos nuestro diezmo? No debemos dar con la esperanza de recompensa económica, aun cuando Dios frecuentemente la dará. Nuestra motivación debe ser extender el Reino de Dios, suplir para las necesidades, hacer tesoros en el cielo y crecer en la fe personal.

CONCLUSIÓN:
El mundo seduce con mentiras como: “Necesitas más”, “Te mereces más”, “Estás incompleto a menos que obtengas más” o “Serías más feliz si tuvieras más”; esto puede provocar que nuestra autoestima se haga dependiente de lo que tenemos en la chequera, y esto entorpece y hasta puede destruir nuestra vida espiritual, apartando nuestro enfoque de Dios (1 Juan 2:16).

Las verdaderas bendiciones solo pueden provenir de una relación con Dios, ejerciendo una sana mayordomía, reconociendo que todo lo que tenemos le pertenece a Él. Si colocamos a Dios en primer lugar en nuestra vida y seguimos sus mandamientos, todo lo demás también se alineará para bien.

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