Cristo te ama

7.- La Crianza de los Hijos

¿QUÉ ES SER UN PADRE?
Es un agente de parte de Dios para ejercer autoridad, protección, guía y enseñanza a su familia. Un agente es alguien que representa a alguien más, quien es Dios. Los padres gestionan, es decir, dirigen y administran su hogar, conforme al interés del Señor.

Además los padres tienen el papel de reflejar las virtudes necesarias para dar buen ejemplo a sus hijos. Entre ellas tenemos principalmente la santidad, piedad, justicia, y misericordia; son frutos de su íntima relación con Dios y los guían con esta sabiduría viviente (Santiago 3:17).

AUTORIDAD PATERNAL
“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre; porque adorno de gracia serán a tu cabeza, y collares a tu cuello” (Proverbios 1:8-9).

La autoridad paternal denota un rango para respetar las indicaciones dentro de un hogar. Estas incluyen recibir respeto de los hijos, la obediencia, y amonestación. Hay que comprender que una autoridad también deberá responder a una instancia mayor, quien es Dios, el cual delega este cargo al padre. Es lo que llamamos “rendición de cuentas”.

No debe causarnos temor el ejercer autoridad sobre nuestros hijos. Estamos siendo respaldados por Dios para ello; tenemos esa facultad por parte de Él. Claro, esta debe ser no conforme a nuestra conveniencia y parecer, sino basada en los principios, mandamientos y consejos de su Palabra (Salmos 32:8). No debemos atemorizar, como tampoco ir al otro extremo de ser negligentes. Esta autoridad es en amor y verdad para el bien de nuestros hijos.

ACTUAR CON DILIGENCIA
Ser diligente significa “poner mucho interés, esmero, rapidez y eficacia en la realización de un trabajo o en el cumplimiento de una obligación o encargo”.

Dios instruyó a los padres israelitas a enseñar con diligencia sus mandamientos a los hijos. Les dijo: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y diligentemente las enseñarás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6-7).
Proverbios 22.6 dice: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”.

Los padres tienen la encomienda de instruir a sus hijos en la Palabra de Dios, así como también enseñarles virtudes piadosas (orar, ayunar y ofrendar) de una manera que honre a Dios, como lo hizo Jesús con sus primeros seguidores en la fe (Mateo 6:1-18).

CORRECTIVO EN AMOR
“Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor” (Efesios 6:4).

En el trayecto de la paternidad vamos relacionándonos más con nuestros hijos y damos enseñanzas de vida para su bendición. Nuestro propósito es formar hijos temerosos de Dios al estar bajo nuestra tutela. “Venid, hijos, escuchadme; os enseñaré el temor del Señor” (Salmos 34:11).
“En el temor del Señor hay confianza segura, y a los hijos dará refugio” (Proverbios 14:26).

Algún día ellos tendrán su propio hogar y tomarán decisiones sabias en el Señor. Mientras tanto, sean niños o jóvenes, tenemos el rol de padres dado por Dios para guiarles en Él.

in embargo, aunque deseamos lo mejor para nuestros hijos, en ocasiones no sabemos abordarlos. Es cuando erramos aplicando más lo correctivo sin lo indicativo. La corrección es buena, pero siempre y cuando vaya acompañada por el consejo piadoso y en amor de los padres. Proverbios 16:6a dice: “Con misericordia y verdad se corrige el pecado” (RV1960).

Corregir sin tacto puede dañar nuestra relación con ellos al recalcar sus fallos como una enfermedad, pero nunca les damos la receta para aliviarse; no les damos el remedio, solo el veredicto, quedando consternados y resentidos. En cambio, orientar a partir de donde se origina cierto aspecto para llegar a una conclusión que redunde en su bienestar espiritual, es lo mejor.

La constante corrección sin orientación piadosa puede agobiar a nuestros hijos. Nos hacemos militares en vez de consejeros en el Señor. Les expresamos: “Eso está mal”, “no debes hacer eso”, “atente a las consecuencias”, pero no existe la parte de piedad. “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten” (Colosenses 3:21).
Siempre, como padres, nuestra labor es hacerles saber que les amamos y deseamos lo mejor para ellos. Una frase cálida complementa la corrección de una manera maravillosa y podemos esperar resultados positivos.

SUS LUCHAS, RETOS Y TENTACIONES
“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Timoteo 2:22).

Mencionarles que nos preocupan y queremos su bienestar es la mejor manera de instruirlos. Darles una explicación en amor de cómo liberarse de problemas y tentaciones que pueden estar pasando les da firmeza. La fuente que usamos como padres es la Palabra de Dios (Biblia). Por medio de ella los guiamos a la verdad y a una conducta que agrade al Señor. No es nuestra palabra, sino lo que desea Dios para ellos lo que deben atender. “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).

LOS DOS HIJOS
Jesús narra una historia de dos hijos que recibieron la indicación de trabajar en la viña. El mayor respondió rotundamente no, pero luego cambió de idea y fue; mientras el menor contestó “Sí, señor, iré”, pero nunca lo hizo. El relato es dirigido a la obediencia del Evangelio y del arrepentimiento hacia Dios. Y aunque el contexto sea ese en primera instancia, podemos notar que Dios no busca una obediencia perfecta. El hijo mayor dijo que no iría y luego atendió la indicación de su padre. Por ello, nuestra expectativa como padres no debe ser de una obediencia impecable de nuestros hijos, pero sí que tengan presente que nuestras indicaciones y enseñanzas son lo mejor para ellos (Mateo 21:28-32).

CUIDADO CON LOS CALIFICATIVOS NEGATIVOS
Nunca apliquemos calificativos directamente hacia su persona, como eres un “mentiroso”, “necio” o “rebelde”… En lugar de ello mencionemos el pecado de mentira o necedad usando la Palabra de Dios para instruirles y cómo les afecta esta conducta en su andar en Cristo.
Salmos 119:29 dice: “Quita de mí el camino de la mentira”, y Proverbios 9:6: “Abandonad la necedad y viviréis, y andad por el camino del entendimiento”.

Como padres requerimos de mucha paciencia, sabiduría y gracia en el Señor. Por tanto, siempre debemos consagrarnos a Él mediante oración, para ser guiados por su Espíritu y la Palabra que nos dé la pauta a seguir.
“Buscad al Señor y su fortaleza; buscad su rostro continuamente” (Salmos 105:4).

NUESTRO LEGADO
“No tengo mayor gozo que este: oír que mis hijos andan en la verdad” (3 Juan 1:4).

El mejor legado que pueden dejar los padres a sus hijos no son los bienes o riquezas, sino una formación en los principios de Dios que los guiarán durante toda su vida. Ellos tendrán sus propios hogares y familias, en los cuales también su Presencia habitará, gracias a nuestra diligencia en mostrarles la verdad del Señor (Juan 17:17).

PARA REFLEXIÓN:
1. Instruir a nuestros hijos en la Palabra los llena del conocimiento de Dios para vivir en armonía con Él.
2. Buscar como padres la guía y consejo del Señor hace la gran diferencia, ya que Él conoce el corazón de nuestros hijos.
3. Las decisiones piadosas de los padres son respaldadas por Dios. No dudemos en usar nuestra autoridad.
4. Aplicar más lo correctivo pero sin amor llega a agobiar a nuestros hijos.
5. Los padres son autoridad, pero a su vez son siervos para el bienestar de su familia guiados por el Señor.

CONCLUSIÓN:
Podemos mostrarles cariño y respeto a nuestros hijos, pero tampoco llegar a ser mimosos en sus comportamientos errados. Hay que guiar en justicia, disciplina y estándares de santidad en el Señor. Una guía adecuada a nuestros hijos cultiva y nutre la relación entre ellos y nosotros, y no nos verán solo como guardianes de ellos, sino como sus padres.

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