Cristo te ama

3.- Cuando ores

BASE BÍBLICA:
Mateo 6:6-8 6
“Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 7 Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido, como los gentiles, porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería. 8 Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis”.

INTRODUCCIÓN:
La oración tiene el poder de ser un deleite, de ser recíproca; es una expresión completa del corazón que da fortaleza, sabiduría, dirección, alivio y consuelo, además de ser poderosa para ver la mano del Señor en nuestras vidas; no hay ningún tema que Él no esté dispuesto a escuchar. Aunque nuestro Padre sabe lo que necesitamos aun antes de pedírselo, quiere que dependamos completamente de Él. Todo empieza con un deseo por encontrarnos con Él, con el Padre al que no solo le vas a entregar tus cargas, sino que debes estar dispuesto a escucharlo, atender su guía, consejo y su Palabra. Jesús se sienta con nosotros y nos da la seguridad de su Presencia, ya que, al estar bajo la sangre de Cristo, el Padre nos acepta y nos espera (Hebreos 4:14-16).

Cómo orar
Cuando Jesús inicia su mensaje acerca de la oración en el Sermón del Monte: “Pero tú, cuando ores…”, lo primero a notar es que nos habla en lo personal, y da por hecho que vamos a orar. La oración es un pilar en nuestra vida cristiana. El Nuevo Testamento utiliza la palabra griega proseújomai, que se refiere a suplicar, adorar; nos indica que en la oración va implícita la entrega y consagración. La diferencia con la palabra rezar (del latín recitare) es que esta significa literalmente “leer en voz alta repitiendo o recitando de memoria algo”.

Jesús no solo nos dio la instrucción de cómo agrada la oración a Dios, sino que Él mismo fue nuestro ejemplo. Él es nuestro Maestro de la oración.

“Entra en tu aposento”: Cuando estamos angustiados, abrumados, abatidos por la aflicción, preocupados por el futuro, Jesús nos dice que hay un lugar donde encontramos paz para nuestras almas. Este escondedero secreto puede ser un lugar físico, pero también una habitación en tu mente. Isaías lo menciona así: “Tú (el Señor) guardarás en completa paz aquel cuyo pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado” (Isaías 26:3, versión Reina Valera).
Esto no quiere decir que solo debemos orar en privado; tenemos el ejemplo de la iglesia primitiva, donde oraban juntos (Hechos 1:14; 4:31). Orar juntos como familia es vital y necesario para la fortaleza espiritual del hogar, igual que en el caso de la iglesia; la oración privada tiene un lugar especial, pues es esencial para una vida espiritual sana y conectada a la voluntad de Dios.

“Y cuando hayas cerrado la puerta”: Jesús nos está mostrando la necesidad de cerrar las voces de preocupación que surgen en nuestra mente. Debemos cerrar la puerta a todos los pensamientos negativos; la palabra usada en el Nuevo Testamento para preocupación —mérimna— tiene una connotación de distracción, división; literalmente las preocupaciones dividen nuestra mente y no nos permiten ver todo lo que Él es y todo lo que tiene que está a nuestro alcance, solo a la distancia de una oración. Cuando oramos en nuestro lugar especial, Él se manifestará y nos recompensará en público; Dios quiere un lugar exclusivo. Cuando el Señor hace referencia al aposento, en realidad está hablando de intimidad, donde somos nosotros mismos, donde nos sinceramos, donde somos transparentes y auténticos.

“Ora a tu Padre que está en secreto”: Mientras estemos ocupados principalmente con nuestros propios pensamientos, no nos encontraremos con Aquel quien es Espíritu. Al alejarnos de los afanes del mundo, preparándonos para esperar a Dios solamente, el Padre se revelará. En la proporción en que nos entregamos para ser conducidos por Cristo en el secreto de la Presencia de Dios, la luz del amor del Padre se levantará sobre nosotros; es ahí donde nuestro espíritu se pone verdaderamente en contacto con el Todopoderoso. Recordemos que es en el aposento interior donde estamos a solas con el Padre. “El Padre está en lo secreto”: Jesús nos enseña dónde nos espera el Padre. Dios prefiere la alabanza y la oración que los sacrificios, le agrada el clamor del corazón quebrantado y se complace en que le pidamos. En el clamor demostramos humildad y en la súplica, fe. Dios manda que le invoquemos, que apelemos a su carácter creyendo lo que Él nos prometió (Jeremías 33:3); Dios no solamente nos ve y escucha, sino que además nos recompensa por separar este tiempo para Él.

Cómo no orar
“Y al orar, no uséis repeticiones sin sentido… porque ellos se imaginan que serán oídos por su palabrería”: Muchos piensan que serán escuchados por mucho hablar; de hecho, podemos repetir oraciones o pasajes de la Biblia, pero siempre tener cuidado de que no pierdan el sentido; debemos decirlas desde lo profundo de nuestro ser. En la época de Jesús era popular hacer largas y repetidas oraciones, la mayoría no de corazón para Dios, más bien para ser vistos, por lo que Jesús nos advierte de cuidar la intención de nuestras palabras. La oración de fe es la que Dios escucha, Él te oye porque persistes y le crees al orar; debemos hacerlo a su manera, como nos enseña su Palabra.

“Por tanto, no os hagáis semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes que vosotros le pidáis”: Al orar no debemos imitar a otros, sino hablar con el corazón; Él nos conoce mejor que nadie y sabe cuáles son nuestras necesidades, angustias y preocupaciones antes de que se las presentemos, pero aun así, siempre quiere escucharnos cuando se lo pedimos (Mateo 7:7-8).

La oración nos vincula con los verdaderos propósitos de Dios para cada uno de nosotros.

La oración nos edifica; no solo trae las bendiciones al cumplirse la voluntad de Dios en nosotros, sino que nos da la bendición adicional de que estaremos en concordancia con su plan. Debemos tener siempre presente en nuestras oraciones que el Señor es quien debe ser glorificado (Juan 11:4).
Piensa que, cuando nos acercamos a Él en la oración, Dios está presente ahí con cada uno de nosotros, por medio de su Espíritu Santo. Está tan presente como tú lo estás. Él te ve. Él te oye. Imagínate a Jesús sentado a tu lado, preparado para enseñarte acerca de la oración, y dispuesto a escucharte y a pasar este tiempo de comunión contigo.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. ¿A quién y cómo debemos orar? (Juan 16:23-24)
2. ¿Qué es lo más importante al orar? (Marcos 11:24)
3. ¿Cuándo debemos orar? (Efesios 6:18)
4. ¿Qué puede estorbar nuestra oración? (Marcos 11:25-26)
5. ¿Quién nos ayuda a saber qué orar? (Romanos 8:26)
6. ¿Tienes una vida de oración?

CONCLUSIÓN:
Al orar, nuestro deseo más grande debe ser anhelar pasar tiempo con Dios, hablarle desde lo más profundo de nuestro corazón. El énfasis de la oración debe ser fortalecer nuestra relación con Él, acercarnos, deleitarnos en su Presencia y compartir con Él lo que ocupa nuestro corazón. Él sabe lo que necesitamos, pero quiere escucharnos. La oración es hablar en un lenguaje común, donde le expresas a Dios agradecimiento, devoción y adoración; es el lugar perfecto para buscar su voluntad. Ningún tema es inadecuado en ese momento; no tienes que imitar a alguien, pues nadie te conoce como Él. Nuestro espíritu es encendido, nuestro cuerpo recibe vida y nuestra alma es restaurada. Nosotros le hablamos a Él y Él nos habla con palabras de amor. Oramos porque nuestra relación con Dios es importante y vital.

EPN-ESTUDIO 3

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