Cristo te ama

15.- Nuestro Padre Celestial-1

Para hablar de este tan vasto tema de Dios como nuestro Padre Celestial, podemos seccionarlo en dos partes y así tener un mayor entendimiento de cómo Dios llega a ser un Padre para cada creyente en Cristo, y, a su vez, lo que espera de nosotros como sus hijos. Esta es la primera parte del estudio, y contiene diez secciones para abordar el tema.

INTRODUCCIÓN:
1. ¿Qué es un hijo de Dios?
“Hubo un día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, y Satanás vino también entre ellos” (Job 1:6).

En el pasado, este título de “hijos de Dios” correspondía a los ángeles, incluyendo al ángel caído; estos seres celestiales eran llamados así porque habitaban en la Presencia de Dios. Dentro del pueblo de Israel, ellos eran llamados solamente hijos de los hombres, hijos de Israel, o hijos de Abraham. Fue hasta que Dios se hizo carne en Jesús, que el Santo Ser que nacería seria llamado Hijo de Dios (Lucas 1:35), por lo que ser hijo de Dios cobra significado por la cercanía con el Señor y Creador de todo cuanto existe.

2. Relación Cristo e hijo de Dios
“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios” (Juan 1:12).

Nos dice que Jesús vino al mundo como el Mesías (Salvador) de Dios. Fue la Palabra (logos) hecha carne, revelando el conocimiento y carácter de Dios. El pueblo judío resistió mucho a Jesús; solo algunos de sus congéneres lo recibieron. Creer en Jesús como el Hijo de Dios no es una fe vana; tiene su fundamento en lo que Jesús hizo en la cruz para perdonar el pecado de la humanidad.
Por eso creer en Jesús y en el sacrificio que hizo por nosotros es lo que nos da el privilegio de ser llamados hijos de Dios. Cuando Jesús estuvo en la tierra, sabía muy bien dentro de su pueblo quién creía en Él y por ello les concedió ser llamados hijos de Dios. Sabemos que después el Evangelio fue extendido a los gentiles, los cuales también tuvieron esta gracia de ser llamados hijos de Dios al recibir a Cristo.

3. Tener fe en Jesús
“Pues todos sois hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús” (Gálatas 3:26).

En Hebreos 11:1 encontramos la mejor explicación sobre qué es la fe: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”. Esto implica confiar en algo ya que es digno por lo que representa para uno. Cuando se tiene fe, se deposita amor, adoración, obediencia, paz y esperanza en el objeto o la persona.
No se puede colocar fe en otra cosa que no sea en el Mesías que Dios envió al mundo, ya que estaríamos divididos y no seríamos fieles a Dios. Jesucristo es el único y suficiente Salvador para la persona que vino al Evangelio. Por medio de Cristo puede acercarse alguien al Dios del universo y obtener sus dádivas de gracia. De esta manera somos hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús.

4. El nacimiento en Dios
“Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (Juan 3:6).

El nacimiento como hijo de Dios es imposible generarlo por uno mismo. No se da por asistir a un lugar, cumplir ciertos ritos o generar cierta cantidad de buenas acciones. Es en el Poder de Dios que sucede, esta obra en la persona que acude a Cristo. Al venir a Jesús para perdón de sus pecados es limpiado en su sangre; está libre de juicio y culpa. No tardará Dios en que le dote de su vida por su mismo Espíritu. Por medio de este nacer de nuevo, comenzará por primera vez a conocer a un Dios vivo y verdadero, el Padre de Jesucristo. De esta manera es ahora un hijo de Dios.

5. El acompañante divino
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios “(Romanos 8:14).

El mismo Espíritu que hizo nacer a la persona, la guía hacia Dios. Guiar significa darle un camino por el que debe de andar para agradar la voluntad de Dios. Este camino es seguro y para su bien, ya que se da en la verdad de Dios; lo lleva de principio hasta el fin de su recorrido en su peregrinaje en la tierra.
El Espíritu de Dios, o Espíritu Santo, le ayuda a comprender la Palabra de Dios (Biblia) y lo asiste cuando hace oración. Además, escudriña su interior de yerros y le conduce a purificarse de cualquier mal.
Es un Tutor que está al pendiente todo el tiempo, sin descansar, de cada paso en un hijo de Dios.

6. Adoptados en Cristo
“Nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo” (Efesios 1:5).

La adopción en lo natural otorga identidad con un hogar y familia; da pertenencia, protección y seguridad. Lo mismo sucede con las personas que llegan a ser hijos de Dios. Esta adopción les permite tener un Padre celestial que los guía, cela, y disciplina en su amor y verdad. Sucede cuando reconocemos que somos pecadores ante Dios y no tenemos salvación más que en Cristo.
Al ser hijos de Dios, también se añaden las promesas y herencia que tiene para ellos, principalmente la vida eterna (Romanos 8:17).

7. Dios como su Padre
“Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos” (Mateo 6:9).

Al estar Jesús con sus seguidores, les invita a dirigirse a Dios como su Padre. Como sabemos, Jesús es el Hijo de Dios. Al confiar las personas en que Jesús era el Mesías prometido, comenzaban una relación íntima con Dios.
La oración del Padre nuestro inició para aquellos que habían hecho a Jesús su Rabí o Maestro en esa época. Estas personas se acercaron a Dios como Padre, tal como lo hacía Jesús siendo el Hijo de Dios. Sus primeros discípulos se hicieron sus hijos; sin embargo, el gran amor de Dios llegó a otros pueblos traspasando las barreras y los tiempos hasta el día hoy (Efesios 2:17-18), de manera que la familia en Cristo sigue creciendo para honra y gloria suya, teniendo el mismo acceso al Padre.

8. Hambre de conocer a Dios
“El que es de Dios escucha las palabras de Dios” (Juan 8:47).

Hay un hambre que surge en un hijo por las cosas de su Padre. No escucha y olvida; eso sería ignorar o no darle la importancia debida. Al contrario, escucha y atiende, con el fin de comprender lo que su Padre le está diciendo. Se compromete en andar en su Palabra, porque lo honra y respeta como autoridad.
La Palabra de Dios (Biblia), es una vía de comunicación para un hijo de Dios con su Padre celestial, pues en ella encuentra toda la mente y propósito de Dios; es dócil en recibir enseñanzas que le mostrarán cómo ser un mejor hijo.

9. Obediencia por amor
“Porque tanto el que santifica como los que son santificados, son todos de un Padre” (Hebreos 2:11).

En múltiples pasajes, hay estrecha relación del amor y la obediencia. La obediencia a Dios como Padre no es como lo imaginamos; no es rígida e impuesta como carga. Esta obediencia es bajo una relación de amor y verdad.
¿Qué es la obediencia a Dios? Es el disfrute de conocerle más cada vez porque nos liberta de cosas que nos dañan. Sus enseñanzas y mandamientos no son restricciones, sino fronteras para bendecir nuestra vida.
Hay gozo en la obediencia para un hijo de Dios, ya que agrada a su Padre; al obedecer, va conociendo más lo que Dios espera de él.

10. Imitando a su Padre
“Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Efesios 5:1).

La relación de un hijo con su Padre no solo se basa en la obediencia —que, como vimos, es bajo términos de amor y verdad—, sino también para ser conformados a la Persona y carácter de su Padre eterno.
Imitar es copiar atributos y virtudes de alguien; un hijo de Dios quiere imitar a su Padre en lo que piensa y hace. Dice la Palabra que Dios: bendice aun a los injustos e ingratos. Jesús invita a sus seguidores a orar y bendecir a sus adversarios y a aquellos que buscan hacerles mal (Mateo 5:44-45).
Nuestras palabras, actos y conductas reflejan que somos hijos de Dios.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN
1. ¿Alguna vez habías escuchado del nacimiento espiritual?
2. ¿Qué es lo que crees que define a una persona como un hijo de Dios?
3. ¿Consideras a Dios como tu Padre en la fe en Cristo Jesús?
4. ¿Sabías que llegar a ser un hijo de Dios es una gracia que Él nos da cuando confiamos en su Hijo para salvación?
5. ¿Tienes hambre de conocer a la persona de Dios como tu Padre celestial?

CONCLUSIÓN
“Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios” (Juan 1:12-13).

Como bien mencionó Juan es su Evangelio, una persona llega a ser un hijo de Dios no por la descendencia o linaje que tenga, ni capacidades especiales, género, raza o etnia, ni por el deseo propio humano (Gálatas 3:28, Colosenses 3:11).
Al contrario, su base es solamente la fe Jesucristo como Señor y Salvador de su pecado ante Dios. Todo se concentra en quién es Jesús para ti, y si confías en la obra que hizo a través de su vida, muerte y resurrección.

Tener esta relación de intimidad y comunión diaria con un Dios vivo y verdadero es algo que no puedes perderte. Él se hará real en cada momento de tu vida y nunca te abandonará. Dios, como un Padre amante, te mostrará el camino en el que debes andar, será tu consuelo y tu refugio para siempre.
“Porque este es Dios, nuestro Dios por siempre jamás; Él nos guiará hasta la muerte” (Salmos 48:14).

 

PDLB-NUESTRO PADRE CELESTIAL (PARTE 1) 15_v2

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