Cristo te ama

13.- Tuyo es el Reino, El Poder y la Gloria

BASE BÍBLICA:
Mateo 6:13 13
“Porque tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre jamás. Amén”.

INTRODUCCIÓN:
La parte final de la oración, inicia con el sustantivo porque, el que indica la causa o motivo de todo lo dicho anteriormente. Es decir, después de dirigirnos al Padre, de alabarlo, de exaltar su nombre, de entregar nuestra vida a su voluntad y de hacer nuestras peticiones, cerramos con la razón por la que nos acercamos a Él: porque “de Él y para Él son el reino y el poder y la gloria para siempre”.
Al terminar nuestra oración con estas grandes verdades, eternas e inmutables, estamos haciendo un acto de alabanza y adoración, una confesión de fe, un reconocimiento al único y soberano Dios del cielo y de la tierra.

Aunque hay controversia con esta parte de la oración, por no encontrarse en todas las versiones de la Biblia, hay evidencia de ella en manuscritos muy antiguos. Se piensa que la iglesia cristiana añadió esta doxología siguiendo la costumbre bíblica y judía, según la cual a toda oración debe corresponder una exaltación que atribuya a Dios toda la gloria y la honra.

La alabanza y la adoración
La alabanza es la manera en que agradecemos y exaltamos a Dios por sus grandezas, por su santidad, porque es digno de gloria y honra, y por todo lo que ha hecho por nosotros.
La alabanza y la adoración tienen su origen en el cielo, donde viven seres que le alaban y le adoran (Apocalipsis 4:8- 9; Lucas 2:13-14). En la tierra, Dios creó al hombre como un ser musical, hecho para la alabanza de su gloria (Efesios 1:4-6).
A través de la alabanza nos podemos conectar con Dios, porque Él habita en medio de la alabanza de su pueblo (Salmos 22:3).

La adoración va más allá de la alabanza; es un estilo de vida. Es más que simplemente decir “Gloria a Dios” o “Aleluya”; es tener una relación íntima, una entrega absoluta y sin reservas como ofrenda de amor a Él, por quién es (Apocalipsis 4:11). La adoración implica sumisión y entrega (Mateo 22:37); nos transforma y nos prepara para la vida eterna. En la medida en que vamos creciendo en nuestra adoración a Dios, nuestra visión de quién es Él se irá ampliando, llegando a conocerle mucho mejor y de forma más profunda y personal.

Ambas se manifiestan de diferentes maneras: con himnos, salmos, oración, leyendo la Biblia, con las manos, con nuestro cuerpo y con nuestra vida. Dios busca expresiones sinceras que salgan de lo profundo de nuestro ser (Juan 4:23-24).

Porque tuyo es el reino…
El reino de Dios o reino de los cielos no depende para su existencia de la actividad humana; los seres humanos no lo crean, levantan, construyen, extienden o hacen presente el reino. El reino tiene su origen en Dios, se basa en su carácter y existe antes de la fundación del mundo y de que cualquier creyente responda al llamado a entrar en él (Daniel 4:34,37). En él Dios gobierna y reina, es soberano, y todos sus siervos se rinden y obedecen su perfecta voluntad.

El reino de Dios también es el reino de Jesús, y la única manera de entrar es por la fe y naciendo de nuevo, haciendo a Jesús nuestro Señor, y así comprender la naturaleza de su majestad (Juan 3:3). Debemos someternos a Él, a sus leyes y trabajar para su reino (Mateo 7:21). Implica renunciar a nuestro egoísmo, hacer lo que Él nos manda, quitar el ídolo de nuestro yo y que Él sea realmente nuestro Señor y no solo nuestro Salvador. Qué todo lo que hagamos sea para honrarlo a Él (Colosenses 3:23-24).

Alabemos y adoremos al Señor porque es digno y santo, es el único Rey de los cielos y la tierra; Él tiene en sus manos nuestra vida y nuestro futuro, tanto en la tierra y como en la eternidad (Éxodo 15:11). ¡Si tenemos el reino Dios, lo tenemos todo! Busca el reino de Dios y lo demás vendrá por añadidura (Lucas 12:29-32).

Tuyo es el poder
El vocablo griego para poder es dúnamis, de donde proviene la palabra dinamita. El poder de Dios es uno de sus atributos; es la facultad y la virtud por la cual Él puede hacer que se cumpla todo aquello que Él quiere, todo lo que dicta su sabiduría infinita. Él puede hacer cualquier cosa, pero nunca irá en contra de su naturaleza y de todos sus demás atributos.

Alabamos a Dios, reconociendo que Él es el Todopoderoso, el Shaddai, el Omnipotente. Dios es el poder que creó los cielos y la tierra. Cuando dijo: “¡Sea la luz!”, la luz vino al mundo, y creó el día y la noche (Génesis 1). Dios dividió en dos el mar Rojo, e hizo caer los muros de Jericó sin un solo golpe. (Éxodo 14:21, Josué 6:20). Incluso el sol y la luna se detienen a su Palabra (Josué 10:13).

Este mismo poder está a nuestro alcance hoy día; a través de él, somos libres del pecado y podemos llevar una vida dentro de su voluntad. Este maravilloso y poderoso Dios tiene planes de bienestar, un futuro y esperanza para nosotros (Jeremías 29:11); su poder es infinito y absoluto en el cielo y en la tierra (Lucas 1:35). Él puede cambiarnos y convertirnos en nuevas criaturas (2 Corintios 5:17); Él puede y quiere ayudarnos para que no caigamos en pecado, para librarnos del mal, para suplir nuestras necesidades, físicas, materiales y espirituales (Filipenses 4:19).
Y lo más extraordinario: Él tiene el poder para salvarnos y darnos vida eterna (Romanos 10:9-10). ¡Así de grande es el poder de Dios! Él es el Todopoderoso y el que merece toda la alabanza y adoración.

Tuya es la gloria
Gloria es una de los términos más comunes en la Biblia. En el Nuevo Testamento se usa la palabra griega doxa, que significa gloria, glorificar, honra, honroso, y se refiere a un concepto único, usado solo para manifestar a Dios la alabanza. La gloria de Dios es la manifestación pública de su presencia, santidad, grandeza, poder, majestad y esplendor (1 Crónicas 29:11).

La Escritura dice, entre otras cosas, que “toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3); “Los cielos proclaman la gloria de Dios” (Salmos 19:1). “Él es el Rey de la gloria” (Salmos 24:8), y en la Nueva Jerusalén será la luz que ilumine eternamente: “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen, porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera” (Apocalipsis 21:23).

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. ¿Quiénes alaban al Señor? (Salmos 150:6)
2. ¿Qué le agrada más a Dios que los sacrificios? (1 Samuel 15:22; Hebreos 13:15)
3. ¿Quiénes no pueden entrar al reino de Dios? (1 Corintios 6:9-10)
4. ¿Podemos tener el poder de Dios? (Hechos 1:8)
5. ¿Eres un creyente que alaba y adora al Señor?

CONCLUSIÓN:
Que nuestra oración no sea solo una lista de peticiones, sino una oportunidad de alabarlo y adorarlo. Hagámoslo con todo nuestro espíritu y corazón, porque de nuestro Padre Dios y de su hijo Jesucristo es el reino, y el poder y la gloria, por los siglos de los siglos.

ORACIÓN:
Gracias, Señor, por tu amor incondicional; porque en tu majestad y misericordia pusiste tus ojos en cada uno de nosotros. Gracias por la bendición de ser parte de tu reino, de saber que en Ti estamos seguros, porque tienes todo el poder. Te exaltamos y glorificamos tu Nombre por quien Tú eres y por lo que has hecho en nosotros, porque solo Tú eres digno de toda la alabanza y adoración, pues tuyo es el reino, el poder y la gloria, por los siglos de los siglos, amén.

EPN-ESTUDIO 13

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