Cristo te ama

11.- No nos metas en tentación

BASE BÍBLICA:
Mateo 6:13
13 “Y no nos metas en tentación”.

INTRODUCCIÓN:
Ya que pedimos perdón a Dios por nuestras deudas y hemos sido limpiados de nuestros pecados (Mateo 6:12), debe haber en nuestro corazón el anhelo de no volver a caer, por lo que Jesús nos enseña a hacer humildemente esta petición al Padre: “Y no nos metas en tentación”. Con estas palabras, nos recuerda que nuestra naturaleza es débil y que estamos expuestos al pecado de tal forma que, si nos descuidamos, podemos volver a él.

El Señor nos muestra el camino para pasar la prueba: poner nuestra confianza en Dios, quien tiene el poder para guardarnos aun de nosotros mismos, del mundo y de las asechanzas del enemigo: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres; y fiel es Dios, que no permitirá que vosotros seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que podáis resistirla” (1 Corintios 10:13).

De dónde viene la tentación
La tentación no viene de parte de Dios: “Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión” (Santiago 1:13-14).
La tentación tiene que ver con lo que nace en nuestro interior, esos impulsos que nos incitan a realizar algo que nos puede dar un placer momentáneo, pero nos traerá daño más adelante. Debemos estar muy alertas porque todos estamos en riesgo de caer de una u otra forma: “Por tanto, el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga” (1 Corintios 10:12).
La tentación puede venir de parte:
1. Del mundo: es nuestro enemigo externo, el mundo y sus malos deseos que nos seducen para desviarnos del camino (1 Juan 2:16).
2. La carne: es nuestro enemigo interno, la predisposición que tenemos para pecar (Romanos 6:13).
3. De nuestro enemigo invisible: el diablo, Satán (en hebreo: adversario), padre de mentira, que todo lo que ofrece es para engañarnos y que caigamos, porque su propósito es robar, matar y destruir.

Cada uno somos responsables de nuestros actos; si somos tentados, tenemos que luchar y buscar la ayuda de Dios. Esta es una petición que siempre escuchará el Señor, porque es el todopoderoso, que con su gran misericordia siempre está dispuesto a ayudarnos. “Pues por cuanto Él mismo fue tentado en el sufrimiento, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18).

¿Tentación o prueba?
Las pruebas que Dios manda o permite son parte de la vida cristiana; a través de ellas somos transformados, nuestra fe crece, se fortalece y nos lleva a otro nivel en nuestra relación con Él (Santiago 1:2-4). Las pruebas pueden ser a través de enfermedades, pérdidas, decepciones, persecución, etc. “Porque Tú nos has probado, oh Dios; nos has refinado como se refina la plata” (Salmos 66:10).

La palabra griega que se usa para tentación es peirasmós, que significa: poner a prueba, provocación, experiencia (del mal) o prueba. Mientras las pruebas nos fortalecen, las tentaciones nos dañan, afloran y prueban qué hay en nuestro interior —por ejemplo, la avaricia, el egoísmo, la inmoralidad, la mentira, la impureza, la pereza, las adicciones y muchas más—. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana…” (1 Corintios 10:13).
El poder de decidir hacerlo o no es nuestro. Esos deseos, pasiones, placeres que nos apartan de Dios tienen graves consecuencias: “Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).

La tentación no es pecado, pero caer en ella, sí: “Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte” (Santiago 1:15).

Las tentaciones de Jesús
El Señor Jesús, el Verbo de Dios hecho carne, también tuvo que enfrentar la tentación. Dice la Escritura que después de su bautismo: “… fue llevado por el Espíritu en el desierto por cuarenta días, siendo tentado por el diablo…” (Lucas 4:1-2).
Cuando Jesús estaba en el desierto antes de iniciar su ministerio, Satanás intentó seducirlo, desviarlo de su camino, para que traicionara al Padre y se rindiera a él, sin conseguirlo. Las tentaciones de Jesús, como las que pueden venir a nuestra vida, están dirigidas específicamente a tres áreas: la primera tiene que ver con los deseos de la carne (Mateo 4:3-4); en su respuesta citó Deuteronomio 8:3, aclarándole al enemigo cuál es el verdadero alimento. La segunda tentación fue concerniente a la vanagloria de la vida (Mateo 4:5-7), y aquí el diablo trató de usar un pasaje de la Escritura contra Él (Salmo 91:11-2) pero el Señor nuevamente respondió con la Palabra de Dios (Deuteronomio 6:16). La tercera tentación es respecto al deseo de los ojos (Mateo 4:8-10). Satanás le ofreció una ruta más rápida para evitar la cruz, pero Jesús vuelve a contestar con la Palabra de Dios (Deuteronomio 6:13). ¡Debemos conocer lo que dice la Biblia para no ser engañados!

Lucas 4:13 dice que después de las tentaciones en el desierto, Satanás “… se alejó de Él esperando un tiempo oportuno”, lo que parece indicar que Jesús volvió a ser tentado por él, aunque estos sucesos no quedaron registrados. Lo más importante es que, a pesar de todas las tentaciones, Jesucristo jamás pecó.

¿Qué podemos hacer para vencer la tentación?
Aun siendo cristianos, podemos ser inducidos a caer, porque nuestra naturaleza es débil. La sabiduría humana es limitada; la gente tiende a hacer lo que considera a sus propios ojos correcto, pero esta sabiduría puede estar muy lejos de la verdad de Dios, porque no siempre está respaldada por su ley y su voluntad. Cristo tiene poder sobre Satanás y nos puede librar. Él es nuestro Guía experto, Él es el Camino y nos ayuda en las dificultades que enfrentamos. Cristo echó fuera demonios y demostró su poder sobre Satanás anunciando la llegada del reino “… si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios” (Mateo 12:28).
Dios promete darnos fortaleza y dirección para que sepamos qué hacer en caso de una tentación (Santiago 1:5).

La Escritura nos da la estrategia: “Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41). No estamos indefensos; siempre podemos pedir ayuda al Señor, pero tenemos que poner nuestra parte: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7).

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. ¿Cuál es la actitud que debemos tener en las pruebas? (Romanos 5:3-5)
2. ¿Se puede pasar la prueba? (Daniel 1:8)
3. ¿De dónde vienen las tentaciones? (Marcos 7:20- 23)
4. ¿A quién libra el Señor de la tentación? (2 Pedro 2:9)
5. ¿Qué haces para no caer en tentación?

CONCLUSIÓN:
Debemos reconocer y enfrentar las tentaciones, llenando nuestros corazones y nuestras mentes con la Verdad. La armadura del soldado cristiano en la batalla espiritual incluye solo un arma ofensiva —la espada del Espíritu—, la cual es la Palabra de Dios (Efesios 6:17). El conocer la Biblia íntimamente pondrá esta arma en nuestras manos y nos permitirá salir victoriosos de las tentaciones.

ORACIÓN:
Padre, te damos gracias porque siempre estás con nosotros. Venimos a Ti a pedirte que nos ayudes a mantenernos firmes, que nos cuides de nosotros mismos, que nos libres de las tentaciones del mundo y del enemigo. Reconocemos que somos débiles y siempre estamos en peligro de caer. Danos la fuerza y la salida en el momento oportuno. Queremos hacer tu voluntad, sabemos que Tú eres fiel para socorrernos; no permitas que nos desviemos del camino ni a derecha ni a izquierda. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, amén.

EPN-ESTUDIO 11

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