Cristo te ama

10.- Perdona Nuestras Deudas

BASE BÍBLICA:
Mateo 6:12
12 “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”.

INTRODUCCIÓN:
Este es el séptimo punto en la oración, y el segundo que tiene que ver directamente con nuestras necesidades personales. Jesús nos enseña que oremos “Y perdónanos nuestras deudas…”. La palabra perdona en hebreo es mejál, que quiere decir “sé tierno”. Es una expresión que apela a la misericordia de Dios. Y la palabra principal utilizada en hebreo para describir el pecado es hatáh, cuyo sentido básico es el de “errar un blanco o un camino”, o aun “quedarse por debajo del estándar”, mientras que en griego es la palabra hamartia, que significa “errar el blanco” o “fallar en el rendimiento”.

Jesús nos recuerda que nuestros pecados son “deudas” (morales y espirituales) con Dios, porque hemos fallado a sus mandatos; somos ofensores al traspasar los límites de su Palabra y de su voluntad, por lo tanto somos merecedores de las consecuencias (Romanos 3:23).

Perdona nuestras deudas…
Cuando le preguntaron a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Él le dijo: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el grande y el primer mandamiento” (Mateo 22:36-38), Él fue muy claro: siempre debe ser nuestra prioridad amar a Dios con todo y por encima de todo, y si verdaderamente lo amamos, debemos honrarlo y obedecerlo.
Si no cumplimos este mandamiento, ya fallamos en todos los demás. Debemos reconocer que vivimos en un mundo caído y pecamos continuamente contra Él de muchas maneras, aun cuando no queremos hacerlo (Romanos 7:17-19). También cuando pecamos contra otros esto se convierte en deuda con Él. Muchos piensan que con no matar o robar es suficiente, y no se consideran pecadores. La Escritura es muy precisa: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a Él mentiroso y su Palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:8, 10).

¿Por qué tenemos que pedir perdón?
Una vez que entregamos nuestra vida a Cristo, estamos unidos a Él, y todos nuestros pecados han sido transferidos a Jesucristo, a su cuenta, y a toda su justicia. Sus méritos son transferidos a nosotros, a nuestra cuenta. En el tribunal de Dios y en base a los méritos de Cristo, somos justificados (Romanos 3:10; 5:1).
Esa justificación es instantánea y completa. Todos nuestros pecados —pasados presentes y futuros— han sido perdonados (Romanos 8:1).

Le pedimos perdón porque Dios lo manda: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). El tiempo de los verbos indica un proceso continuo, por lo que una señal del cristiano es su constante petición de perdón. La lógica errónea del incrédulo hace que justifique su pecado, pero el verdadero cristiano reconoce sus faltas. La confesión debe ocupar un lugar significativo de nuestro tiempo de oración. Aunque todo pecado es perdonado, el pecado en sí mismo, por ser contrario a la ley de Dios y al carácter de Dios, es una ofensa para Él.

Las consecuencias
La más importante consecuencia es que nuestra comunión con Él se afecta, y sufriremos el resultado de la desobediencia. Es por esto que somos llamados a confesar nuestros pecados ante nuestro Padre celestial, al que hemos ofendido, y así restaurar nuestra comunión con Él, lo que no puede ser posible mientras no haya verdadero arrepentimiento (1 Juan 2:1). Jesús desea que tengamos presente que, aunque salvos, todavía somos pecadores, y a diario incurrimos en deudas para con Dios. Necesitamos su perdón todos los días (1 Tesalonicenses 5:3).

“Y perdónanos… como también nosotros hemos perdonado…”
Esta oración es muy clara, Dios nos perdona así como perdonamos a los demás. En cada uno de nosotros está la decisión. Dios es amor y misericordia, y quiere que ese mismo amor y misericordia que Él nos ha dado los demos a los demás. Debemos ser un reflejo de su amor, que la personas puedan verlo a Él en nuestra vida. Una de las leyes del reino de los cielos: “Y cuando vayáis, predicad diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, expulsad demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia” (Mateo 10:8).
Debemos dar a otros lo que hemos recibido por gracia.

¿Cuántas veces debo perdonar?
“Entonces se le acercó Pedro, y le dijo: Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí que yo haya de perdonarlo? ¿Hasta siete veces? Jesús le dijo: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mateo 18:21-22).
Después de esta respuesta, Jesús usa la parábola de los dos deudores para explicar de qué manera funciona el perdón en el reino de Dios (Mateo 18:23-35). ¿Por qué perdonar muchas veces? La respuesta es sencilla: para que Dios nos perdone a nosotros muchas veces.
¿Queremos poner límite a la misericordia de Dios para con nosotros? Entonces no pongamos límite a nuestra misericordia hacia otros: “No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados. Dad, y os será dado… Porque con la medida con que midáis, se os volverá a medir” (Lucas 6:37-38).

¿Cómo perdonar al que no se arrepiente?
Perdonar puede llegar a ser muy difícil, ya que hay personas que nos han herido profundamente, y no lo piden, ni lo buscan, así que creemos que no se lo merecen. Jesús nos da ejemplo de este tipo de perdón cuando estaba en la cruz: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen…” (Lucas 23:34).
Cuando nos cuesta tanto perdonar, con o sin razón, podemos pedirle a Dios que nos ayude, que nos permita verlos como Él los ve, y recordar que nosotros también somos pecadores (Salmos 103:10-11). Aun cuando hemos perdonado, olvidar la ofensa puede ser muy complicado, pero no debemos permitir que nos haga daño (Hebreos 12:15); que sea como una herida que ha cicatrizado, pero ya no duele.
No te amargues pensando en el hecho; es mejor dejarlo ir. El perdón es la clave para acabar con el resentimiento y el odio. Debemos tomar la decisión de proseguir con nuestra vida; no nos encadenemos a esa persona, lo mejor es entregarlo a la justicia divina.

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN:
1. ¿Porqué nos conviene perdonar a otros? (Mateo 6:14)
2. ¿Qué pasa si escondemos nuestro pecado? (Proverbios 28:13)
3. ¿A quiénes perdona Dios? (Salmos 86:15)
4. ¿Qué pasa con nuestros pecados confesados? (Hechos 2:38)
5. ¿Debemos perdonar a quien no se arrepiente? (Lucas 23:34)

CONCLUSIÓN:
Pablo nos recuerda nuestro nacimiento espiritual: “De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
El perdón es la prueba de un cambio radical en nuestros corazones, de un arrepentimiento genuino y de haber perdonado a los que nos ofenden. Haciendo esto podremos descansar en la obra de salvación de Cristo (Salmos 32:1).
Nunca olvides que el perdón restaura tu presente, te libera del pasado y es la base de tu futuro.

ORACIÓN:
Gracias, Padre, porque puedo venir confiadamente delante de Ti, sabiendo que Tú me perdonas, porque tu Palabra dice que ninguna condenación hay para el que está en Cristo Jesús. Te pido que me ayudes a perdonar a otros como Tú lo has hecho conmigo. Hoy me humillo ante Ti y te confieso mi pecado…
Ayúdame a vivir siempre en tu voluntad y a dar testimonio con mi vida de tu amor y misericordia. Te lo pido en el nombre de Jesús, amén.

EPN-ESTUDIO 10

EPN_10ESTUDIO

.

 

Enter your Email Address

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *